Rubén estaba muy nervioso. Era el último día de clase y, al día siguiente, empezarían las vacaciones. Ese mismo día él y su familia se irían de viaje. Pero lo que realmente le ponía nervioso a Rubén era no saber dónde se iban a ir. Nunca antes se habían ido tan pronto, y eso, en el fondo, le hacía sospechar que había algo raro. El hecho de que las vacaciones fueran a prolongarse todo el verano tampoco le daba buena espina.
-¿Qué niño no querría irse de vacaciones todo el verano? -le decía Ramón, su mejor amigo-. Te voy a echar de menos.
Lo que terminó por mosquear a Rubén fue ver el equipaje cuando llegó a casa. Apenas había nada apilado en el recibidor.
-¿Vamos a estar todo el verano fuera y solo nos vamos a llevar esto? -se preguntó Rubén.
-Tenemos que salir ya, Rubén -dijo su padre, que apareció corriendo escaleras abajo-. Han adelantado el viaje y no podemos esperar más.
-¿Qué está pasando aquí, papá? -preguntó Rubén-. No me moveré de aquí hasta que me diga qué está pasando. Todo es muy raro.
-Hijo, no hay tiempo para esto -dijo su padre-. Sube al coche y te lo contaré por el camino. A no ser que prefieras ir a pasar el verano al casa de tu tío abuelo Eustaquio.
A Rubén no le quedó más remedio que obedecer. El tío Eustaquio era el hermano pequeño de su abuela y era el tipo más aburrido del mundo.
Ya en el coche el padre de Rubén le contó el plan veraniego.
-Hijo, nos vamos a pasar el verano a Marte.
Rubén se quedó mudo unos instantes y luego arrancó a reír con ganas.
-No me tomes el pelo, papá -le dijo-. Venga, dime a qué playa nos vamos o qué viaje tan interesantes vamos a hacer. ¿Vamos a hacer un tour para conocer todas las playas españolas? ¿O es que vamos a visitar toda la costa mediterránea?
-Va en serio, Rubén. Nos vamos a Marte. Un equipo secreto de varios países ha creado allí una estación habitable. ¡Somos los pioneros de la colonización de Marte! Pasaremos allí unos meses y luego ya veremos.
-¡No! ¡No, por favor! -protestó Rubén-. Vaya sorpresa tan cutre, papá. Yo quiero pasar el verano en la playa.
-Ya verás como de cutre no tiene nada, hijo. Va a ser alucinante. -dijo su padre.
En efecto, Rubén alucinó con el viaje en cohete y con el traje de astronauta. El viaje duró menos de una semana, algo increíble apenas unos años atrás. Tan increíble como la posibilidad de pisar el suelo del planeta rojo. Pero allí estaban.
L
a ciudad marciana estaba protegida bajo una gran cúpula, y allí había un montón de cosas interesantes. Rubén conoció a gente de muchos países distintos, aprendió mucho y lo pasó en grande.
-Tenías razón, papá. Esto es alucinante. Gracias.
Rubén y su familia pasaron todo el verano en Marte. Cuando volvieron Rubén no pudo contar a sus amigos la verdad, ya que era alto secreto. Así que les dijo a todos que había pasado el verano con el tío Eustaquio. Todos sabían lo aburrido que era eso, por lo que no preguntaron más.
-¿Volveremos algún día, papá?
-¿No preferirías visitar algún otro planeta? El programa de colonización espacial está haciendo grandes progresos en otros planetas.
-Sería genial. Pero no me lo digas. Prefiero que sea sorpresa.
¿A dónde irá Rubén el verano que viene? ¿Te atreves a anticipar cuál será su próximo destino?