Érase una vez un rey tenÃa tres hijos. El rey querÃa a todos sus hijos por igual, por lo que no sabÃa a quién de ellos dejar como heredero y legar el trono cuando le llegase la hora.
Ya mayor y enfermo, el rey se dio cuenta de que se acercaba el momento de su partida, asà que llamó sus tres hijos junto a su lecho y les dijo:
—Mis muy queridos hijos: he pensado una cosa y os la voy a decir. Heredará el trono aquel de los tres que sea más perezoso.
Dijo entonces el mayor:
—Padre, en ese caso, el reino me pertenece, pues soy tan perezoso que, cuando me acuesto, no me decido a cerrar los ojos para dormir, aunque me caiga una gota en ellos.
Luego habló el segundo de los hijos del rey y dijo:
—Padre, mÃo es el reino, pues es tal mi pereza que, cuando me siento junto al fuego para calentarme, antes me quemo los talones que retirar las piernas.
Y dijo luego el tercero:
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€”Padre, yo digo que el trono es para mÃ, pues mi pereza es tal, que si fuesen a ahorcarme y, teniendo ya el nudo en torno al cuello, alguien me pusiera en la mano un cuchillo afilado para cortar la cuerda, antes dejarÃa que me colgasen que levantar la mano hasta la cuerda.
Al oÃr esto, el padre dijo:
—Tú eres el que ha llevado la cosa más lejos. Por consiguiente, tú serás el Rey.