Había una vez un mago llamado Tovago que se pasaba el día holgazaneando, tirado a la bartola. El mago Tovago no hacía nada en todo el día. Como el mago Tovago era muy poderoso, todos le tenía mucho miedo. Por eso no decían nada y hacían lo que el mago Tovago les mandaba.
Un día llegó hasta la morada del mago Tovago un mago que buscaba refugio. Se presentó como el mago Tochulo. El mago Tovago le aceptó en su casa, pero ni se levantó de su sillón.
El mago Tochulo, al ver el panorama, pensó que le sería fácil expulsar al mago Tovago y quedarse con todo aquello. Seguro que todo el mundo estaría encantado de quitarse de encima a aquel holgazán que no hacía nada en todo el día, salvo mirar cómo todos los demás trabajaban, dormir y comer.
-Tendré que ser cuidadoso -pensó el mago Tochulo-. Tal vez sea una trampa. Nunca se sabe.
Pasaron los días. El mago Tochulo observó al mago Tovago. Su primera impresión era cierta. El mago Tovago no hacía nada útil en todo el día.
-Le prepararé un delicioso postre para agradecerle su hospitalidad y en él verteré una poción mágica que lo dejará completamente inmóvil -pensó el mago Tochulo-. Así me haré con el control de todo este lugar sin riesgos.
El mago Tochulo preparó una tarta de chocolate increíblemente apetitosa y se la llevó al mago Tovago.
-Para agradeceros su hospitalidad os he preparado esta tarta, gran mago Tovago -dijo el mago Tochulo-. Espero que os agrade. Tomad, una porción.
El mago Tovago hizo un gesto y uno de sus sirvientes cogió el plato con la porción de tarta y la probó. Al instante, el sirviente quedó inmovilizado.
Al darse cuenta del engaño, el mago Tovago reaccionó y lanzó un poderoso rayo contra el mago Tochulo, que salió disparado contra la pared. El golpe que se dio fue tal que se quedó medio atontado, sin poder reaccionar.
El mago Tovago expulsó al mago Tochulo y le prohibió volver a pisar por sus dominios.
-Si vuelves a intentar entrar en mis tierras te derretirás tan rápido como un helado en el desierto -dijo el mago Tovago-. Estás avisado.
Ese día el mago Tovago decidió dejar de holgazanear. En esa ocasión había podido eludir el peligro y había podido reaccionar a tiempo. Si no deja de hacer el vago, puede que no tuviera tanta suerte la próxima vez.
Y así fue como el mago Tovago dejó de hacer el vago y empezó a hacer cosas útiles, por él y por todos los que de él dependían.