Alerta nocturna
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Alerta nocturna

Edades:
A partir de 8 años
Valores:
Alerta nocturna A Lucas le encantaba dormir. En su casa, era el primero que se iba a la cama. Lógicamente, era un niño de ocho años y tenía que dormir más horas que los adultos. Pero, mientras que algunos niños protestaban, él se iba encantado a dormir plácidamente en su cama. Su época favorita del año era el invierno, precisamente porque se podía tapar hasta la nariz con su edredón de plumas y ponerse unos calcetines de lana en los pies para estar bien calentito. Cada mañana, tras diez horas de sueño profundo, se levantaba como nuevo. Con las pilas cargadas para ir al cole y, los fines de semana, para ir al parque o hacer los deberes de clase.

Un día, ese sueño tranquilo dejó de serlo. En mitad de la noche, cuando Lucas ya llevaba tres horas durmiendo, se despertó sobresaltado por un gran estruendo. Era el ruido de lo que parecían un montón de piedras cayendo sobre el asfalto. Lo primero que hizo fue asomarse por la ventana de su cuarto porque daba justo a la calle. Como no vio nada, decidió ir a avisar a sus padres. No quería reconocerlo, pero tenía algo de miedo. Su madre le dijo que no se preocupase y que seguramente serían las obras que estaban haciendo en un edificio un par de calles más abajo.

Al día siguiente, también en mitad de la noche, Lucas volvió a despertarse. Esta vez por culpa de una bandada de pájaros picoteando en el cristal de la ventana. No le dio importancia y siguió durmiendo.

Durante las siguientes dos semanas, cada noche le despertaba algo distinto. Un camión averiado, un montón de gente cantando y bailando, una boca de incendios descontrolada o dos perros peleándose en la calle.

Alerta nocturnaAl principio Lucas decidió usar tapones de espuma para dormir. Después, empezó a tomarse un vaso de leche bien caliente antes de irse a dormir porque decían que eso le provocaría sueño. Al final, la mejor solución fue cambiar su habitación por la de invitados porque daba a un patio interior.

Allí siguió escuchando los mismos ruidos y teniendo muchos problemas para conciliar el sueño. Al final llegó a la conclusión de que todo estaba en su cabeza. Que le gustaba tanto echar a volar la imaginación durante el día que, durante la noche, su mente no podía parar de crear historias y situaciones imaginarias. Tenía que intentar estar tranquilo y disfrutar del descanso como el resto de los niños.
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