Begoña acababa de cumplir catorce años y su madre le pidió si se podía quedar una hora sola en casa por primera vez con su hermano Gaby al día siguiente. ¡Qué nervios!, pensó Begoña. Y le dijo a mamá que sí. Pasarían el tiempo jugando o viendo dibujos y cuando se dieran cuenta mamá o el abuelo habrían llegado.
Gaby y ella dormían en la misma habitación y esa noche le dijo a Gaby que mañana ella estaría cuidándole y dándole la merienda sola. El pequeño de 8 años se reía. ¡Ya eres mayor! ¡Cuídame siempre! Los dos pequeños se querían mucho, a pesar de la diferencia de edad jugaban mucho juntos. Begoña le leía algún cuento por la noche y le ayudaba a veces con los deberes.
Esa noche Begoña no pudo dormir. En su cabeza aparecían imágenes donde no se acordaba dónde estaban algunas cosas en casa, por si Gaby se caía y se hacía daño en un pie y ella no sabía que hacer… Cuando se levantó por la mañana se lo contó a mamá y esta le dijo que era normal que estuviera nerviosa, pero que no se preocupara que los vecinos tenían una copia de la llave de casa por si pasaba algo, que tendría el teléfono para llamar las veces que necesitara y que no necesitaba hacer nada peligroso en la cocina.
La tarde del día siguiente llegó. Begoña llegó a casa del colegio con Gaby, hizo de merienda zumos de naranja y un bocadillo de jamón y queso para los dos y vieron los dibujos mientras merendaban. Cuando ya iban a ponerse a hacer los deberes, de repente, sonó el timbre de la puerta. Begoña se quedó paralizada y miró para su hermano. Su hermano más tranquilo le dijo:
- ¡Abrimos, suena la puerta!
Begoña no se quiso ni levantar del sofá. Cuando pensó que ya se habrían ido alguien pico a la puerta con la mano. ¡Qué miedo! Se imaginó a un extraterrestre, al villano Gru. Dio tiempo a todo hasta que no se volvió a oír ni un ruido más. Mientras el pequeño Gaby estaba caminando hacía la cocina llevando su plato y su vaso sin sentir el más mínimo miedo.
Begoña cerró el salón, cogió el teléfono dudando si llamar a mamá o no, ¿Los fantasmas saben llamar a la puerta? ¿Quién podría ser? En estas estaba pensando cuando la llave sonó en la cerradura y apareció su madre. Begoña miró el reloj y se quedó sorprendida cuando comprobó que había pasado ya una hora. Se dispuso a contarle a mamá lo sucedido pero no le dio tiempo porque volvió a sonar el timbre de la puerta.
B
egoña entró en el salón llevándose a Gaby con ella y mamá fue a mirar por la mirilla antes de abrir la puerta. Begoña cerró los ojos: ahora es cuando el ser fantástico aparece en su casa, pensó. Pero no fue así, escucho a mamá hablar con toda confianza con la persona que había llamado.
- ¿Quién llamo a la puerta? -preguntó a mamá cuando sintió que se cerraba la puerta.
- Era el vecino, Begoña. Se le había roto el termómetro para medir la temperatura y como se siente enfermo llamaba para pedir el nuestro.
Cuando estés en casa no hace falta que abras la puerta, pero no puedes pensar en lo peor porque el miedo crecerá y se apoderará de ti, lo pasarás mal y no sabrás reaccionar.
- Tienes razón, mamá.
Begoña y Gaby se abrazaron a ella.
-¡Cuánto sabes!