Había una vez dos alienígenas que estaban enfrentados. En toda la galaxia eran conocidos como Alienígena Rojo y Alienígena Negro. Allá donde iba uno, el otro llegaba detrás. No había competición, carrera, torneo, contienda, concurso o certamen donde no se presentasen ambos.
Algunas veces ganaba Alienígena Rojo, y otras, Alienígena Negro. Tal era su rivalidad que muchas veces se presentaban solos, porque ningún otro ser galáctico se atrevía a meterse entre ellos.
Pero un día apareció otro personaje en escena: Alienígena Amarillo.
Al verlo por todas partes, Alienígena Rojo y Alienígena Negro se reían de él y le dedicaban todo tipo de ofensas y malas palabras.
La verdad es que Alienígena Amarillo estaba muy, pero que muy Amarillo y, durante los primeros enfrentamientos, no consiguió ponerse al nivel de sus rivales Rojo y Negro.
Cuando solo iba ellas tres, Alienígena Amarillo quedaba el último. Si había alguno más participando, a lo mejor quedaba un poco mejor. Pero no había manera de superar a los grandes campeones.
Poco a poco, Alienígena Rojo y Alienígena Negro fueron olvidando su rivalidad, y prestaban mucha atención a Alienígena Amarillo. Este, al darse cuenta, Alienígena Amarillo dijo a sus rivales Rojo y Negro:
—Podríais uniros contra mí y así ganaríais siempre.
Alienígena Rojo y Alienígena Negro se dedicaron una mirada de entendimiento y dijeron:
—No sería mala idea.
Alienígena Rojo y Alienígena Negro empezaron a quedar para maquinar el modo de acabar con Alienígena Amarillo. Pero como no se ponían de acuerdo, se despistaban cada vez que tenían una competición. Y así, poco a poco, Alienígena Amarillo mejoraba, aprovechando que los que otros dos estaban todo el día discutiendo y perdían tiempo, puntos y reputación.
Y en esas estaban el día de la Batalla Final, la competición que determinaría quién era el mejor.
¿Ganó la alianza entre Alienígena Rojo y Alienígena Negro? ¿O consiguió finalmente ponerse en primer lugar Alienígena Amarillo?
Para sorpresa de todos, el ganador fue Alienígena Blanco, precisamente al que nunca miraba nadie, porque, al no tener color, nadie se fijaba en él. Pero ahí estaba, y terminó superándolos a todos, que estaban más preocupados por molestarse entre ellos que por la propia competición.