Era verano y la familia de Nacho, como todos los años, irÃa de vacaciones a la playa. Todo
transcurrió como siempre: los preparativos, el viaje en coche por la ruta contemplando los
campos y luego la llegada a la casa de veraneo.
Nacho estaba ansioso, porque se reencontrarÃa con sus amigos de verano. Otros niños y
niñas que, como él, pasaban el verano en esa playa y ya habÃan formado una bonita
amistad. Todos los años compartÃan juntos sus vacaciones jugando y se divertÃan a lo
grande.
El momento tan esperado llegó y los niños se reencontraron en la playa. Se pusieron al dÃa
con sus novedades, jugaron y descansaron juntos bajo el sol.
Al dÃa siguiente a Mara, una de las niñas, se le ocurrió una idea:
—¿Qué tal si exploramos los médanos? Ahora somos más grandes y nuestros padres nos
dejan hacerlo.
—Fantástica idea —agregó Edu—. Entre los médanos hay algunas cuevas; será muy divertido.
—Hace años que queremos hacer eso —dijo Nacho—. ¡Vamos!
Los niños tomaron sus cosas y caminaron hacia los médanos. Después de un buen rato de
caminata, finalmente llegaron. Después de pasar un momento asombrados contemplando el
lugar, completamente nuevo para ellos, se dividieron para explorar.
Cada niño eligió un extremo del paraje y empezaron a curiosear.
—¡Venid aquÃ! — gritó Nacho.
Los niños se acercaron rápidamente y vieron que Nacho habÃa hecho un pozo bastante
profundo en el rato que habÃa estado inspeccionando su sector.
—Mirad, parece haber un cofre aquÃ.
—Vamos a sacarlo ya mismo —dijo Edu.
Después de un rato de esfuerzo, los niños lograron sacar del pozo, lo que Nacho habÃa
descubierto.
—No es un cofre chicos; es una maleta —comentó Mara.
—Eso parece —agregó Nacho mientras la abrÃa—. Veamos qué hay dentro.
Los niños empezaron a extraer el contenido de la maleta, y encontraron ropas antiguas, un
reloj, monedas muy viejas, un candelabro y hasta fotos de personas que parecÃan sacadas
de una pelÃcula muda de tantos años que tenÃan.
—Qué interesante, parecen piezas de museo —dijo Edu en medio de su asombro.
—Me pregunto a quién le habrán pertenecido —dijo Mara pensativa.
—Chicos, mirad la hora; si no regresamos ya mismo tendremos problemas con nuestros
padres —dijo Nacho—. Será mejor que ocultemos esto y mañana seguimos revisando la
maleta.
—Tienes razón —respondió Edu—. Se nos pasó el tiempo volando.
Tal y como dijo Nacho, los niños cubrieron con arena la maleta, y se dispusieron a regresar
con sus padres. Se sentÃan muy ansiosos por haber tenido que dejar su exploración en la
mejor parte.
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€”Qué bueno que llegasteis —dijo el padre de Mara al ver al grupo de niños regresando—. Ahora
toca ir a la casa a darse un baño y luego tenemos una visita guiada histórica.
La cara de los niños lo dijo todo: ir a una visita guiada histórica era el plan más aburrido que
podrÃa haber. Más aún cuando podrÃan estar revisando su tesoro en lugar de estar allÃ.
Unas horas después ya estaban en medio de la excursión. Más aburridos, imposible. El bus
del paseo estaba recorriendo la zona de la playa.
—En esta zona están los conocidos médanos —dijo el guÃa turÃstico al micrófono con una voz
tan monótona que denotaba que hasta a él mismo le aburrÃa el paseo—. Cuenta la leyenda
que en el siglo XVII un barco se estrelló en la zona, pero no ha habido hallazgos arqueológicos que comprueben la teorÃa.
Los niños casi que saltaron de su asiento y se miraron con asombro. Al dÃa siguiente les
esperaba una gran aventura.