El burro de don Prudencio
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El burro de don Prudencio

Edades:
A partir de 6 años
El burro de don Prudencio Don Prudencio se acercó al mercado a comprar un caballo. Necesitaba un animal que le ayudara a tirar del carro y que le ayudara en algunas tareas en su granja.

En el mercado había todo tipo de animales. Pero solo había un caballo; un potro, en realidad. Era un precioso potrillo de color negro con un bonito lucero blanco.

—Se lo dejo barato, don Prudencio —le dijo el vendedor—. Solo me queda este y quiero irme pronto a casa.

—Pero es muy joven y tendré que entrenarlo primero, antes de que pueda empezar a trabajar con él —dijo don Prudencio.

—Merecerá la pena, don Prudencio —dijo el hombre—. Este animal hará mucho más de lo que usted necesita.

Encandilado por el bonito animal y las palabras del vendedor, don Prudencio se llevó el potro.

Por el camino unos ladrones vieron a don Prudencio tirando del potrillo, al que llevaba atado con una cuerda al cuello.

—Vamos a darle el cambiazo —dijo uno de los ladrones.

Y, sin que don Prudencio se diera cuenta, le cambiaron el potro por un burro.

Cuando don Prudencio llegó a la granja le dijo a su mujer:

—¡Mira qué hermoso potro he comprado!

Cuando ella vio al burro, le dijo:

—¡Qué cosas tienes! Pero ¡si lo que traes es un burro!

Cuando don Prudencio se dio la vuelta y vio que tiraba de un burro no sabía qué pensar.

—¿Me habrá engañado el vendedor? —se preguntó don Prudencio.

Al día siguiente don Prudencio fue al mercado de nuevo. Y allí estaba el potrillo que había comprado el día anterior. Pero lo vendían dos tipos con muy mala pinta. Don Prudencio se acercó, pues parecían estar contando una historia. Era la historia de cómo le habían conseguido aquel potro.

—Le dimos el cambiazo a un tipo que caminaba orgulloso con el animal —decían—. Le enganchamos un burro y nos llevamos el potro.

Don Prudencio volvió a casa. Allí lo esperaba el burro, que ya había empezado a trabajar, tirando del carro.

—¡Qué buena compra has hecho, Prudencio! —dijo la señora—. Es fuerte, trabajador y muy dócil. Vamos a hacer grandes cosas con este burro.

AEl burro de don Prudenciol día siguiente, don Prudencio volvió al mercado con el burro, tirando del carro, para comprar algunas cosas que le hacían falta.

Don Prudencio no hacía más que hablar maravillas de aquel burro y de la suerte que había tenía con él.

—¿No compraste un potro? —le preguntó un vendedor, que conocía la historia.

—Pero me lo cambiaron unos pardillos por este burro, que es mucho mejor —dijo don Prudencio.

Cuando don Prudencio se marchó la gente empezó a reírse de los ladrones. Y ya no consiguieron vender el potrillo, porque, después de lo que había dicho don Prudencio, a nadie le interesó. Así que tuvieron que irse a otro lado a vender el potro.

Don Prudencio sigue feliz con su burro. Y así seguirá muchos años más.
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