Había una vez un caballito de mar que soñaba con ser un caballo de carreras. El caballito de mar se pasaba el día entero pensando en lo maravilloso que sería correr y respirar aire puro.
El caballito de mar pasaba tanto tiempo soñando despierto que apenas hacía caso a sus hermanos y amigos. ¡Pobre caballito de mar, qué triste y solo se sentía, atado al fondo del mar y sin nadie que comprendiese sus anhelos!
Un día el caballito de mar encontró una botella en el fondo del mar. Dentro había un papel enrollado. El caballito de mar, con mucho esfuerzo, logró quitar el tapón y darle la vuelta a la botella.
Pero en cuanto el agua empezó a entrar en la botella el papel empezó a estropearse. Aún así al caballito le dio tiempo a leer parte del mensaje, que decía:
Si caballito de carreras quieres ser solo tienes que decirlo en voz alta y en ello te convertiré.
Al caballito de mar no le dio tiempo a leer más. Pero no le hizo falta. Por fin su sueño se iba a hacer realidad.
-Seguro que mi hada madrina me había enviado el mensaje desde la superficie. Siempre supe que había una esperándome en la tierra y que algún día me ayudaría -dijo el caballito.
Y, sin más, dijo bien fuerte:
-Quiero ser un caballo de carreras.
Un enorme remolino se formó en el agua. El remolino aspiró al caballito de mar y lo sacó fuera del agua. Cuando se quiso dar cuenta, el caballito de mar era un caballo de carreras que esperaba en la arena de la playa.
Como allí no había nadie, el caballito empezó a trotar y a disfrutar de su nueva forma. Cabalgó y cabalgó hasta que llegó a un hipódromo. Pero, lejos de recibirle bien, los caballos que allí había lo empezaron a mirar mal.
-¿Tú quién eres, flacucho? -dijo un jinete que pasaba por allí.
Resulta que el caballito de mar se había convertido en caballo de carreras flaco y esmirriado.
-¡Eh, tú, ven aquí! -dijo alguien.
El caballito miró y se encontró con un tipo pequeñajo y delgaducho.
-¿No me reconoces? Soy el brujo que ha atendido tus deseos -dijo el que había llamado a caballito.
-Pensé que era mi hada madrina quien….
-He sido yo… -interrumpió el brujo-. Tú y yo corremos la próxima carrera.
Al caballito le pareció bien y aceptó. Pero cuando empezó la carrera todos los caballos le adelantaron. No solo llegó el último, sino que tardó muchísimo en llegar.
-¡Jajaja! ¿Qué pretendías hacer, caballo esmirriaducho? -se reían los demás caballos.
-Ojalá pudiera volver con mi familia al fondo del mar -se lamentó el caballito-. Aquí todos se ríen de mí.
-Pero eso no puede ser -dijo el brujo-. Lo ponía en el papel que te envié al fondo del mar. Decía que el hechizo era irreversible. No podrás volver jamás a ser quien eras. Ahora eres mi caballo y correrás conmigo para siempre.
El caballito lloró y lloró tanto que sus lágrimas inundaron el hipódromo. Y como siguió llorando el agua llegó hasta el mar.
Con tantas lágrimas mezcladas con el agua del mar el hechizo se deshizo y el caballo volvió a convertirse en caballito de mar. Así, el caballito de mar volvió con su familia y sus amigos.
-Te echábamos de menos -le dijo su madre-. ¿Dónde te habías metido? Nos tenías preocupados.
-Estaba pensando en la suerte que tengo que poder tener una familia tan maravillosa y unos amigos tan estupendos -dijo el caballito.
-Pensábamos que solo querías huir de aquí -dijo su madre.
-Ya no, mamá -dijo el caballito-. Ser lo que no soy no puede hacerme feliz, pero disfrutar de lo que tengo sí.
Y así fue como el caballito descubrió que valorar lo que tenía era mucho mejor que llorar por lo que no era.