El cohete de Abel
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El cohete de Abel

Edades:
A partir de 8 años
El cohete de Abel Abel había diseñado un cohete extraordinario. Con él quería viajar hasta la luna para traerle a su madre un trocito.

Abel guardaba su cohete en la terraza, atado a una barandilla y tapado con una gran lona que había rescatado del Punto Limpio, ese lugar donde la gente deposita las cosas que ya no necesita para que se puedan reciclar.

Un mañana de sábado Abel se levantó inquieto. Tenía un mal presentimiento. No sabía qué era, pero algo en su interior le decía que algo no iba bien. Abel se aseó, desayunó, se vistió y arregló su habitación como todos los días. Tal vez un poco mejor para que su mamá le diera el visto bueno y le dejara salir a la terraza a trabajar en su cohete.

Pero cuando salió, Abel descubrió que su cohete no estaba allí. La lona tampoco estaba por ninguna parte. Abel dio un grito que se oyó en todo el barrio.

-¡Mi cohete! ¡¿Dónde está mi cohete?! -chilló el niño, desesperado.
Abel revolvió toda la casa en busca de su invento. Con lo grande que era no podía haber ido muy lejos.

Después de horas y horas buscando, a Abel se le ocurrió que tal vez algún vecino se había colado en su terraza y se lo había robado. Todo decidido, Abel fue puerta por puerta preguntando por su cohete.

Abel llamó a todas las puertas, pero en ninguna encontró respuesta, salvo en la última.

-Señora, ¿ha visto usted mi cohete? -preguntó Abel, por cuadragésima octava vez esa mañana.

-No muchacho, no he visto ningún cohete -dijo la vecina.

-¿Alguna cosa rara, tal vez? -preguntó Abel.

-Si consideras que una montaña de cartón mojado enredado con un plástico azul rasgado y agujereado cubriendo las macetas de mi patio es una cosa rara, entonces sí -respondió la señora.

Abel se paró a pensar unos segundos. Después, dijo:

-¿Cartón mojado? ¿Plástico agujereado? ¡Oh, no! ¡Los alienígenas han destrozado mi vehículo para que no pueda viajar al espacio!

-¡Qué imaginación tienes, chaval! -dijo la señora-. Si eso que ha destrozado mis macetas es tuyo, al menos deberías ayudarme a recoger el destrozo.

-¡Claro, señora! ¡Siento mucho las molestias! -dijo Abel..

Cuando Abel terminó de ayudar a su vecina a recoger y limpiar el patio volvió a casa. Su madre, que lo había visto todo desde arriba, le preguntó qué había pasado.

El cohete de Abel-Unos alienígenas pasaron anoche por la terraza a destrozar mi cohete -dijo el niño-. Tendré que hacer otro.

-¿Los alienígenas llegaron en forma de lluvia, granizo y fuertes vientos? -preguntó su madre, que imaginaba que la tormenta de la noche anterior había sido la causante del destrozo del cohete.

-Supongo -dijo Abel. El próximo lo haré con latas de refresco, que son más resistentes que el cartón y el papel.

Abel se fue a su cuarto a diseñar su nuevo cohete. Sabía de sobra que todo eran fantasías suyas, pero era tan divertido ver cómo los demás le miraban con esa cara que él siguió con sus sueños e historias. Quién sabe, tal vez algún día llegue a construir un cohete espacial de verdad.
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