Hace mucho tiempo los libros se copiaban y se ilustraban a mano. Pero la hazaña de un hombre que quiso copiar nada más y nada menos que ciento cincuenta Biblias en el tiempo que el más rápido de los copistas hacía una a mano lo cambió todo.
Corría el año 1400. En la localidad alemana de Maguncia nacía Johannes Gensfleisch. El significado raro de su apellido, que dicen que entonces era algo parecido a “carne de ganso”, hizo que Johannes se cambiara el apellido, adoptando el de Guttenberg, nombre de su casa paterna. Tenía veinte años y ya desempeñaba un oficio en el que era un maestro: el oficio de orfebre.
Por aquel entonces el libro más copiado era la Biblia, pero se tardaba hasta diez años en copiar a mano e ilustrar un solo ejemplar. Sin embargo, los panfletos que se distribuían por las calles tardaban mucho menos en hacerse, puesto que para ello se utilizaba una curiosa técnica de estampación llamada xilografía.
-¿Y si pudiera adaptar la xilografía al copiado de libros? -pensó un día Guttenberg.
Los panfletos que salían a la calle se hacían vaciando una tablillas de madera con las letras y dibujos, aplicando tinta y estampando sobre un papel mientras se pasaba un rodillo. El problema es que las tablillas de madera eran muy laboriosas de hacer y se desgastaban demasiado pronto.
Pero un día se levantó con una idea genial y vio claro cómo podría aplicar sus conocimientos como orfebre a la reproducción de libros.
Para hacerlo, Guttenberg elaboró moldes con letras de hierro. Estos moldes los iba colocando y sujetando para crear las palabras y organizar el texto en el papel. Las ilustraciones las creó con moldes del mismo modo. Así, en el año 1449, Johannes Gutenberg consiguió imprimir el primer libro, el llamado Misal de Constanza.
-Lo siguiente será copiar la Biblia -dijo Guttenberg-. Crearé ciento cincuenta Biblias antes de que el más rápido de los copistas cree una sola copia del Texto Sagrado.
Pero para su reto necesitaba mucho dinero, así que lo tuvo que pedir prestado. El problema es que calculó mal y tuvo que pedir más. Pero se quedó de nuevo sin dinero antes de dar por concluido su trabajo y el prestamista se quedó con todo su trabajo y su gran invento. Las Biblias fueron terminadas por uno de los discípulos de Gutenberg. Las Biblias tuvieron gran aceptación, por lo que empezaron a llover los encargos.
Mientras tanto Gutenberg se quedó en la ruina, pero fue acogido por un importante clérigo de la ciudad, el único que reconoció el gran valor de su trabajo, no solo para la Iglesia, sino para toda la humanidad.