En la escuela todo el mundo conocía a Fred, el pianista. Con apenas seis años Fred había ganado importantes premios y cuando cumplió siete ya había salido varias veces en la televisión. Se aproximaba su octavo cumpleaños y la mamá de Fred tuvo una idea: montar una gran fiesta.
-Mamá, no creo que sea una buena idea -dijo Fred-. El gran concurso internacional para jóvenes pianistas está cerca y tengo que estar centrado. No puedo distraerme con fiestas ni tonterías.
La madre de Fred decidió no hacer caso a su hijo y seguir adelante con la fiesta de cumpleaños, aunque lo mantuvo en secreto para que fuera una fiesta sorpresa. Al fin y al cabo, una tarde sin ensayar no le hace mal a nadie.
-Será una gran fiesta -pensó la mujer-. Invitaré a todos los amigos de Fred. Será maravilloso.
Pero cada vez que la madre de Fred intentaba sonsacar a su hijo quiénes eran sus amigos, Fred se hacía el loco y no soltaba prenda.
-Si sigo insistiendo sospechará -pensó la mamá de Fred-, así que invitaré a todos los compañeros de Fred.
La madre de Fred preparó invitaciones para todos los niños, pero su hijo la pilló.
-¿Qué haces, mamá? -preguntó Fred-. ¿Eso no serán invitaciones de cumpleaños?
-Oh, vaya, iba a ser una sorpresa -dijo su madre.
-¡Te dije que no quería fiesta! Además, ¿a quién has invitado?
-A todos.
-Y, ¿quiénes son todos? Yo no tengo amigos, mamá. No tengo tiempo para esas cosas. Tengo que ensayar. Además, ninguno de ellos me entiende.
-Pero…
-Haz lo que quieras, pero ninguno vendrá.
La madre de Fred se quedó muda y paralizada. No sabía qué hacer. Después de pensarlo un buen rato decidió intentarlo sin decirle nada a Fred.
El día de su cumpleaños Fred estaba practicando en su brillante piano de cola. Era sábado y el día había amanecido soleado. Parecía un día normal.
-Menos mal que mamá se olvidó de la dichosa fiesta -pensó Fred.
Pero al dar las doce del mediodía Fred empezó a oír un suave murmullo en el jardín. Al asomarse vio a no menos de quince niños charlando animadamente.
Fred bajó corriendo a ver que pasaba, y justo cuando abrió la puerta:
-¡Felicidades! -gritaron todos a la vez.
Cinco niños más llegaron detrás de Fred.
-
Felicidades, chaval. Qué bien que te hayas animado a celebrar una fiesta.
Fred no se lo podía creer. Todos sus compañeros estaban allí.
-Parece que tienes más amigos de los que pensabas -le dijo su madre.
-Y yo pensando que pasaban de mí -dijo Fred.
-Ellos te admiran y te respetan, aunque les gustaría poder divertirse un rato contigo -dijo su madre.
-Creí que me envidiaban -dijo Fred.
-Pues ya ves que no -dijo su madre-. Al contrario. Todos quieren apoyarte.
Fred se olvidó durante unas horas del concurso y pasó el día más divertido de su vida. Al día siguiente volvió a sus ensayos, pero con mucho más ánimo y más alegría, sabiendo que tenía muchos amigos con los que compartir sus éxitos y en los que apoyarse para seguir adelante.