HabÃa una vez un dragón que no podÃa volar. Desde pequeño no habÃa sido capaz de mover sus alas, por más que lo habÃa intentado.
—Eres la vergüenza de todos los dragones, el hazmerreÃr de la familia —le decÃan sus familiares.
Todos los demás dragones se reÃan de él. En el colegio incluso le habÃan tirado desde los salientes más altos de las montañas pensando que asà el dragón, por instinto, utilizarÃa sus alas. Pero solo habÃa conseguido darse grandes golpes contra el suelo, porque no habÃa manera de que sus alas funcionaran.
Él, harto de caÃdas y burlas, decidió irse de casa. Una noche cogió sus cosas y se fue caminando. HabÃa oÃdo hablar de un hechicero que conseguÃa lo imposible, y salió en su busca.
Después de varios dÃas, el dragón llegó a una pequeña aldea. Allà vivÃa el hechicero.
—¿PodÃas ayudarme a volar? —preguntó el dragón.
El hechicero probó todos sus hechizos, pócimas y trucos con el dragón, pero no consiguió que volara.
—No puede hacer nada por ti, amigo —dijo el hechicero—. Pero tengo un amigo inventor que a lo mejor puede ayudarte.
—¿Inventor? —dijo el dragón, un poco confundido.
—Vete a verlo —dijo el hechicero—. No tienes nada que perder.
El dragón fue a ver al inventor.
—Este es un caso muy extraño, amigo dragón, déjame que lo piense un poco —dijo.
Tras unos dÃas, el inventor fue a ver al dragón. Llevaba un aparato bastante extraño con él.
—¿Has montado alguna vez en bicicleta? —preguntó el inventor al dragón.
—¿En bicicleta? ¡No! ¿Para qué querrÃa yo montar en bicicleta? —dijo el dragón.
—Bueno, no importa, ahora verás por qué te le digo —dijo el inventor.
El inventor cogió el aparato que llevaba y se lo colocó al dragón.
—Eso que llevas ahà son pedales, como los de una bicicleta —le dijo—. Empieza a pedalear.
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€”No entiendo nada —dijo el dragón.
—ConfÃa en mà y pedalea —dijo el inventor.
El dragón colocó sus enormes pies en los pedales y, para su sorpresa se fue alejando del suelo poco a poco.
—¡Estás volando, amigo! —gritó el inventor.
Poco a poco el dragón dejó de pedalear y aterrizó, con cierta torpeza.
—En unas horas dominarás el mecanismo —dijo el inventor.
El dragón le dio las gracias al inventor y volvió volando a su casa. Cuando los demás le vieron no podÃan creerlo.
El dragón que volaba a pedales se convirtió en el más famoso y más valeroso de todos los dragones de la región.