Había una vez un gnomo pequeñito, como todos los gnomos. Pero este tenía un problema: él quería ser más alto.
-Los gnomos somos así, pequeñitos, así que no le des más vueltas -le decía su mamá.
Pero el gnomo no se conformaba con eso. Él quería ser más alto y se propuso conseguirlo.
-Haré lo que haga falta, pero seré mucho más alto -decía el gnomo.
Tanto lo repitió que se convenció de que podría conseguirlo. Así que un día decidió salir a explorar el mundo, puesto que allí donde estaba ya lo había probado todo y no había conseguido nada.
El gnomo se fue todo contento, dispuesto a lograr su gran propósito. Y pensando en ello estaba cuando se paró frente a un gran árbol. Lo observó y, tras un largo rato, le preguntó:
-Árbol, ¿por qué eres tan alto?
-Los árboles somos así - respondió el árbol-. Hundimos nuestras raíces en la tierra y crecemos buscando el sol.
El gnomo decidió probar. Hizo un agujero en el suelo, metió los pies, luego los cubrió de tierra y se quedó allí. Pero las horas pasaban y el gnomo no crecía. Llegó la noche y, como no podía dormir de pie, tuvo que desenterrarse los pies y buscar un lugar donde dormir.
Al día siguiente el gnomo decidió seguir su camino y buscar otras alternativas. Entonces se encontró con una jirafa.
-Jirafa, ¿por qué eres tan alta? -le preguntó.
-Las jirafas somos así -dijo esta-. Para llegar a comer las hojas de los árboles más altos necesitamos ser altas y tener cuellos largos.
El gnomo pensó que esta podría ser una buena idea. Así que se subió a una piedra, dejó su comida colgando de la rama de un arbusto y se estiró todo lo que puedo para intentar alcanzarla. Así estuvo mucho rato sin lograr alcanzar la comida y sin crecer absolutamente nada.
Finalmente se subió a la piedra otra vez, cogió la comida, almorzó y se fue en busca de otra solución.
Después de un rato vio una serpiente. Era muy larga. Pero como le daba un poco de miedo no le preguntó nada; simplemente la observó. La vio deslizarse y alargarse más y más. Así que gnomo decidió imitarla. Se tumbó en el suelo y se estiró todo lo que puedo. Pero después de un rato no había crecido nada y solo había conseguido hacerse daño.
Así que se levantó y se puso otra vez en marcha. Tras un rato caminando se sentó junto a un río y vio unos renacuajos nadando entre las piedras.
-Pobrecitos -pensó-. Son tan pequeños…
Entonces vio algo que le llamó la atención. Un pez se acercaba y, justo cuando se disponía a comerse a los renacuajos, estos se escondieron entre las piedras.
-Vaya, parece que ser pequeño tiene sus ventajas -dijo el gnomo.
Fue entonces cuando el gnomo se dio cuenta de que ser bajo también tenía sus ventajas. Y que, de tanto luchar para conseguir lo que no tenía, no estaba disfrutando de todas las cosas buenas que tenía a su alrededor.
Así que el gnomo volvió a casa y decidió que, a partir de ese momento, iba a dedicarse a descubrir todas las posibilidades que tenía ser pequeño. Porque cada uno es lo que es, y la gracia no es ser otra cosa, sino sacarle todo el partido posible a lo que tienes.