Había una vez un bosque precioso llamado Bosque Mágico en el que vivían felices criaturas de todas las especies. Allí vivían hadas, gnomos, elfos, magos e incluso una familia de dragones pacíficos.
Pero un día llegó un brujo malvado que cerró el bosque y castigó a todos sus habitantes a no salir de allí hasta que averiguaran la respuesta al gran enigma que les había propuesto, que no era otro que averiguar cuántas hormigas había en Bosque Mágico.
-Tenéis hasta la próxima luna llena para responder -amenazó el mago-. Si para entonces no tengo una respuesta, por cada día que pase quemaré un árbol. Pero más os vale acertar, pues el que se equivoque perderá la lengua.
El brujo, con un toque de varita, levantó un gran castillo junto al bosque, al que empezaron a llegar todos sus sirvientes. Y allí se quedó a esperar.
La luna llena se acercaba y nadie había conseguido contar las hormigas. Las hormigas no era mágicas, no hablaban, ni entendían, aparecían y desaparecían. ¿Cómo iban a ser capaces de contarlas?
Era la última noche antes de la luna llena y un hombre a caballo entró en Bosque Mágico. Era un caballero errante, de los que van de acá para allá haciendo el bien, en busca de un lugar donde quedarse.
Nadie se había dado cuenta de su llegada, así que a los habitantes del bosque no les había dado tiempo a esconderse cuando el caballero los encontró.
-¡Vaya! Debo de estar muy cansado para ver alucinaciones como estas -dijo el caballero-. Hadas, gnomos, dragones… ¡Es alucinante!
-No te asustes, no te haremos nada -dijo una de las hadas-. Estamos intentando averiguar cómo salvar el bosque.
Entre todos le contaron al caballero lo que pasaba.
-No temáis, os ayudaré -dijo el caballero-. A eso es a lo que me dedico.
-No podemos pagarte -le dijeron los habitantes del bosque.
-No os preocupéis -dijo el caballero-. Solo dadme agua y algo de comer y ayudadme a buscar un lugar para descansar. Mañana todo estará solucionado.
A la mañana siguiente, el caballero y todos los habitantes del bosque se acercaron al castillo del brujo.
-Tengo tu respuesta -dijo el caballero.
-Dime, pues, osado hombrecillo ¿cuántas hormigas hay en Bosque Mágico? Y recuerda que si no aciertas perderás la lengua.
-
Hay trescientas cincuenta y ocho mil cuatrocientas veintiséis -dijo el caballero, ante el asombro de todos.
-¿Cómo estás seguro de que son trescientas cincuenta y ocho mil cuatrocientas veintiséis hormigas las que hay en el bosque?
-¿Cómo sabes tú si son más o menos? -dijo el caballero-. ¿Acaso vas a ir tú a contarlas? ¿O vas a mandar a uno de tus lacayos a hacerlo para comprobar que lo que digo es cierto?
-¡Oh, maldición! -dijo el brujo-, no tengo respuesta para eso.
Y el brujo desapareció, junto con sus lacayos, dejando allí su majestuoso castillo.
-Si te quieres quedar en Bosque Mágico, ese castillo es tuyo -le dijo el jefe del bosque.
Y así fue como aquel caballero encontró un hogar donde vivir y una familia a la que amar y proteger.