Había una vez un gran pájaro verde. Su plumaje, brillante e intenso, era mucho más llamativo que el de los demás. Y cuando cantaba todo el que le escuchaba se quedaba prendado de él.
Al verse más grande y llamativo, el pájaro verde se creía más importante que los demás. Y como se creía superior, hablaba a los demás pájaros con mucho desdén.
—Dejad paso al gran pájaro verde, ave legendaria del bosque —decía unas veces.
—Quitaos de ahí y dejadme pasar, que soy mucho más grande e importante que vosotros —decía otras.
Al principio todos se retiraban al paso del gran pájaro verde, pues los admiraban. Pero pronto empezaron a hartarse de tanta prepotencia.
—¿Quién te has creído que eres?
—Ser más grande y más listo no te hace mejor.
Poco a poco, la convivencia se fue haciendo cada vez más insoportable.
Pero había otro problema: el pájaro verde, como era más grande, comía más. Los insectos escaseaban y el polen de las flores se acababa muy rápido.
El gran pájaro verde no se saciaba. Y los demás pasaban hambre. Era necesario encontrar una solución.
Rojillo, el pequeño petirrojo, tuvo una idea. Un día, cuando el gran pájaro verde volvía de buscar comida y con el estómago todavía sin llenar del todo, Rojillo le cantó desde lo alto de un árbol:
—Gran pájaro verde, tal vez debería probar suerte en el bosque de al lado. Dicen que allí hay mucha comida.
—¿Estás seguro? —preguntó el gran pájaro verde.
—Se lo he oído decir a muchos pajarillos llegados de allí —dijo Rojillo.
—¿Por qué vienen entonces aquí? —se interesó el gran pájaro verde.
—Allí los pájaros son más grandes y prefieren estar en compañía de otros más pequeños, como nosotros —respondió Rojillo.
Al gran pájaro verde le gustó la idea de tener más comida y también compañía más grande, como él. Eso le gustó especialmente.
—Por fin podré comer hasta hartarme y estar con otros de mi categoría —pensó el gran pájaro verde.
Al día siguiente, el gran pájaro verde se marchó.
Llegó ya casi de noche y no tenía dónde dormir.
El gran pájaro verde decidió buscar un hueco en algún árbol para pasar la noche. Pronto encontró uno, pero estaba ocupado.
—¡Vete de aquí, pequeñajo! —le dijo el inquilino de aquel agujero.
El gran pájaro verde se fue, asustado. Nunca había visto un animal tan grande en un árbol. Y nunca jamás le habían llamado pequeñajo.
Disgustado y muy cansado, el gran pájaro verde intentó acoplarse en el hueco de otro árbol. Se acercó con cautela. Pero no vio a dos enormes aves que iban hacia él y se lo llevaron por delante.
—¿Qué hace este chiquitín aquí? —dijo uno de ellos.
—Deberías de mirar por dónde vas y ceder el paso a los mayores si no quieres tener problemas, minipajarín —le dijo el otro.
El gran pájaro verde no podía creer lo que oía. Ni lo que veía. ¡Había pájaros aún más grandes que él! Y, por si esto fuera poco, ¡también eran más desagradables e impertinentes! ¿Cómo era aquello posible?
Afortunadamente, el hueco del árbol estaba vacío y pudo pasar allí la noche. Pero no pudo dormir apenas.
Cuando amaneció, el gran pájaro verde se sentía confundido. Pero tenía que espabilar. Tenía hambre y sed y debía construirse un nido.
Le costó mucho comer y beber, porque todos los pájaros eran mucho más grandes que él y no le dejaban nada. Incluso le empujaban para quitárselo de en medio.
Cuando por fin consiguió alimentarse empezó a prepararse un nido. Encontrar una buena rama fue difícil, pero conseguir los materiales para hacer el nido tampoco fue fácil.
Y entonces, escuchó un ruido atronador.
—¡El cazador! ¡El cazador! —gritaron los pájaros, que se escondieron rápidamente.
El gran pájaro verde no sabía qué era un cazador, pero viendo la cara de miedo de sus nuevos vecinos entendió que no era algo bueno para ellos. Así que volvió al agujero en el que había dormido la noche anterior. Pero esta vez sí había alguien: otro pájaro de color azul que le doblaba el tamaño.
—Entra, rápido, que no pille el cazador —dijo el pájaro azul.
—Gracias —dijo el pájaro verde.
Como estuvieron allí un buen rato, el pájaro verde decidió preguntarle qué era un cazador. El pájaro azul le explicó que los cazadores iban de vez en cuando a coger pájaros y se los llevaban.
—Si esto es peligroso ¿por qué no os vais a otro sitio? —preguntó el gran pájaro verde.
El pájaro azul le respondió:
—Aquí tenemos comida y conocemos todos los peligros. Hay otros bosques, pero los pájaros son mucho más grandes que nosotros. Hay otros lugares también en los que los pájaros son más pequeños, pero escasea la comida.
El gran pájaro verde entendió que se había equivocado. Tal vez tenía que solucionar el asunto de la comida, pero al menos conocía bien los peligros que le acechaban, que era muy pocos.
—Mañana volveré a casa —pensó el pájaro verde.
El camino de regreso fue muy difícil. Tenía el viento en contra y le perseguían los cazadores, que se habían quedado prendados de su hermoso plumaje verde.
Cuando por fin consiguió despistarlos y llegó a su antiguo nido, todos los recibieron con alegría.
—¿Estáis felices de volver a verme? —preguntó el gran pájaro verde.
—¡Claro que sí! —le dijeron—. ¡Eres nuestro vecino, nuestro compañero, nuestro hermano!
El gran pájaro verde también estaba encantado de volver a ver a sus amigos. Ahora que había experimentado lo que es ser más pequeño, sintió que tenía que protegerlos.
—Mañana os contaré mis aventuras y todo lo que he aprendido en mi viaje —dijo el gran pájaro verde.
Todos se mostraron emocionados. ¡El gran pájaro verde iba a contarles su historia!