En una galaxia lejana vivía Glotonto, el glotón espacial. Los glotones espaciales eran habitantes del universo. Glotonto era el último de su especie, y por eso todos los demás habitantes del universo lo cuidaban mucho.
. A Glotonto le encanta comer y hacía lo que fuera por llenarse la panza. Lo que más le gustaba a Glotonto era comer estrellas. Al principio comía pocas, porque estaban muy lejos y tardaba mucho en llegar.
Glotonto también comía otras cosas, como asteroides o planetas. Pero como los asteroides le daban gases y los planetas le provocaban estreñimiento, Glotonto decidió que solo comería estrellas.
Al principio todos los habitantes del universo aplaudieron la idea. Pero pronto se dieron cuenta de que no era buena idea. Glotonto deboraba las estrellas muy deprisa. A ese ritmo, en poco tiempo el universo se quedaría sin estrellas. ¿Qué pasaría entonces?
-Debemos llevarlo muy lejos, a la galaxia más lejana que exista -decían unos.
-Eso no solucionará nada, porque acabará comiéndoselo todo -decían otros.
-Deberíamos encerrarlo y ponerlo a dieta -proponían los más radicales.
Y en lo que discutían y discurrían, Glotonto seguía deborando estrellas, unas tras otra.
Un día Glotonto llegó a una estrella muy especial. Era la estrella más grande y brillante que había visto nunca. Iba a lanzarse a darle el primer bocado cuando vio a otro ser allí, llorando. Era igual que él, otro glotón espacial. Bueno, no del todo igual. Era una glotona espacial, para ser exactos.
-¿Quién eres? ¿Qué te pasa? -dijo Glotonto-. Si quieres podemos compartir la estrella.
-Me llamo Glotonta y lloro porque casi no quedan estrellas -dijo la glotona espacial-. Llevo años a dieta, comiendo lo justo para no acabar con las estrellas. Pero las estrellas desaparecen muy deprisa, y me están echando a mí la culpa. Quieren encerrarme, pero yo no soy la culpable.
-Vaya, creo que el culpable soy yo -dijo Glotonto-. Estoy siempre tan hambriento… ¿En serio, se están acabando las estrellas?
-¡¿Estás tan ocupado llenando tu panza que no te has dado cuenta?! -gritó Glotonta.
Glotonto se quedó callado, mirando hacia sus pies (se había puesto tan gordo de comer estrellas que ni se los veía). Después de un rato, dijo:
-
Lo siento. ¿Qué puedo hacer para remediarlo? Yo tampoco quiero que se acaben las estrellas.
-Hagamos la dieta juntos -dijo Glotonta-. Si nos apoyamos el uno al otro será más fácil. Podemos comer otras cosas, cosas que sean peligrosas y que amenacen el universo.
-¡No pienso comer humanos! -exclamó Glotonto-. Seré un glotón, pero tengo mis principios. Nada de seres vivos.
-No me refería a eso -rió Glotonta-. ¿Lo intentamos? ¿Juntos?
Glotonto miró a Glotonta y, de repente, se dio cuenta de que era… ¡una chica! Una chica maravillosa. Una chica como él. No era el último. Había alguien más.
-¡Me apunto! -dijo Glotonto.
Y vivieron felices y comieron…. ¡de todo! Menos estrellas, salvo una al año, a medias, para celebrar el aniversario de su encuentro.