HabÃa una vez un libro mágico que no tenÃa fin. Durante generaciones, el libro pasó de mano en mano, haciendo felices a cientos de niños. El libro mágico no pertenecÃa a una sola familia, sino que era custodiado por la guardia, en su cuartel general. Allà acudÃan a leerlo los niños, por turnos, todas las tardes.
Pero un dÃa, el libro mágico que no tenÃa fin desapareció. Nadie sabÃa qué habÃa pasado con él. Simplemente, se esfumó.
Unos culparon a la guardia; otros, acusaron al último niño que habÃa entrado en la sal. Sin embargo, investigaron por todo el lugar, sin encontrar indicio alguno del libro.
Pasaron los meses sin que nadie encontrara una sola pista. Pasaron años, y seguÃa sin saberse nada del libro. Y años… décadas… hasta que la gente se olvidó del libro.
Pero un dÃa, el libro volvió a aparecer donde habÃa sido visto por última vez. Un guardia lo encontró, pero no sabÃa qué era. Abrió la primera página y empezó a leer.
Era la historia del libro, de su origen, de sus aventuras. El guardia estaba tan absorto en la lectura que no escuchó al sargento cuando entró en la sala.
—¿Qué es eso que lees? —preguntó el sargento.
—Es un libro —dijo el guardia—. En él se narra su propia historia.
—¿La de quién? ¿La mÃa? —preguntó el sargento.
—No, no, la suya no, la del libro —dijo el guardia.
—¡Ah! Al decir que contaba su historia me lÃe un poco —dijo el sargento—. ¿Qué cuenta?
—Puede leer usted mismo, mi sargento, aunque le advierto una cosa: el libro no tiene fin —dijo el guardia.
—¿No tiene fin? —preguntó el sargento.
—No, es muy curioso —dijo el guardia—. Se puede leer si parar. Dice que, hace mucho tiempo, todos los niños lo leÃan, hasta que desapareció.
—¿Por qué? —preguntó el sargento.
—No lo sé; habrá que leerlo —dijo el guardia.
El sargento empezó a leer y, cuando se dio la vuelta, el libro desapareció. Cuando el guardia fue a mirar y no lo vio, le preguntó al sargento:
—¿Qué ha pasado con el libro?
El sargento respondió:
—Se acabó.
El guardia dijo, muy irritado:
—Eso es imposible. ¡Era un libro sin fin!
El sargento replicó:
—Apareció una página en blanco y pensé que se habÃa acabado. Asà que lo cerré.
El guardia estaba muy enfadado:
—Es que tenÃa usted que seguir la historia. Cuando aparece una página en blanco hay que seguir la historia y luego esta se va creando sola.
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€”Vaya, qué chasco —dijo el sargento—. Supongo que, entonces, se habrá ido a otro sitio.
—¿Usted cree? —preguntó el guardia.
—Estoy seguro —dijo el sargento—. Lo leà en uno de los capÃtulos. Y, ahora que lo pienso, por eso es un libro sin fin, porque va de acá para allá y se queda solo mientras alguien lo lea y siga alimentando la historia.
—Entonces esperemos que caiga en manos de algún niño con más imaginación que usted, mi sargento, con todos los respetos —dijo el guardia.
—Bueno, joven guardia, si cae en alguien como usted tampoco pasarÃa nada, ¿no cree? —dijo el sargento.
—¡Ojalá fuera asÃ! —dijo el guardia.
Esa misma noche, el libro mágico que no tenÃa fin apareció en la habitación del guardia. Y ya nunca más se fue de allÃ. Porque, aunque no fuera un niño, aquel guardia tenÃa imaginación para dar y regalar.