El mago coleccionista
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El mago coleccionista

Edades:
A partir de 6 años
El mago coleccionista Había una vez un mago al que le gustaba coleccionar todo tipo de cosas. Tenía una colección de cuernos, una colección de alas, una colección de dientes, una colección de pelos e incluso una colección de uñas.

El mago iba de acá para allá cogiendo todo lo que quería para su colección, sin importar a quién molestara. Si quería arrancarle el cuerno a un rinoceronte se lo arrancaba; si le gustaban las alas de una hada, se las quitaba; si encontraba un animal con pelo que no tenía en su colección, se lo cortaba.

Con el paso de los años, todo el mundo sabía ya del afán acaparador del mago coleccionista, y todos huían de él. En cuanto el mago se dio cuenta, no dudó en utilizar sus poderes para que nada ni nadie se moviera de su sitio cuando él pasara.

Pero el tiempo no pasa en balde, e incluso los magos mueren algún día. Y al mago coleccionista también le llegó la hora.

Ya en su lecho de muerte, su joven aprendiz le preguntó:

—Maestro, ¿cuál es vuestro último deseo?

El mago coleccionista le dijo:

—Pide a todos los seres del mundo que rueguen por mi alma para que, cuando esté en el más allá, pueda cuidar de ellos.

El joven aprendiz le dijo:

—¿No preferís pedirles perdón, por todas las atrocidades que habéis cometido a lo largo de vuestra vida, maestro?

El mago miró a los ojos a su aprendiz y le dijo:

—¿Por qué debería hacer eso? He sido poderoso y, como tal, he cogido lo que he querido, puesto que podía hacerlo.

—Entonces, puesto que sois tan poderoso, maestro, no creo que necesitéis que nadie ruegue por vuestra alma. Ni tampoco creo que me necesitéis a mí a vuestro lado.

—No, joven aprendiz, quédate, no te vayas —dijo el mago—. ¿Qué voy a hacer yo solo?

—Sois poderoso; algo se os ocurrirá —dijo el aprendiz. Y se fue.

Pero volvió después de un rato, porque, aunque su maestro fuera un egoísta, a él todavía le queda suficiente decencia como para no dejarlo solo.

Cuando el mago lo vio entrar, le dijo:

—He pensado en lo que me has dicho. Tienes razón, debo pedir perdón. He abusado de mi poder toda mi vida y, ahora que se me escapa, me gustaría poder volver atrás y remediar todo el mal que hice.

—¿Lo decís en serio? —preguntó el aprendiz.

—En serio y de corazón —dijo el mago.

El mago coleccionistaEl joven aprendiz sacó su varita mágica y dijo unas palabras. Al instante el mago se levantó de su cama y estaba completamente sano.

—Ahora ya podéis hacer lo que habéis dicho —dijo el aprendiz.

—Yo no te he enseñado esto —dijo el mago—. ¿Cómo lo has hecho?

—Encontré un libro en la biblioteca —dijo el aprendiz—. Ahora empezad a remediar vuestros errores, porque si no, el hechizo se esfumará y os convertiréis en excremento de pato.

—¿De pato? —preguntó el mago.

—Sí, de pato. ¡Vamos, maestro, que el tiempo corre!

Y así fue como el mago coleccionista encontró tiempo suficiente para remediar sus errores. Y cuando le llegó la hora de nuevo, pudo descansar en paz, dejando tras de sí un hermoso recuerdo.
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