Era un día como cualquier otro en el jardín de flores. Los días de oruga habían quedado atrás. Roni y Lara ya eran dos crisálidas y extrañaban su vida de orugas. Ambas estaban cada una en su pequeña cápsula, colgando de una rama de un bello arbusto floral, una junto a la otra.
—Qué encierro —dijo Roni—- Me aburro muchísimo.
—Puff sí, yo también —respondió Lara.
—De todas formas déjame así, ya no quiero más cambios. ¿Qué dices, Lara?
—Siempre tengo que explicarte todo Roni — dijo Lara ofuscada desde dentro de su capullo—. Antes éramos orugas, estábamos felices todo el día paseándonos por las plantas del jardín, comíamos hojas hasta casi reventar… Y míranos ahora en estas cápsulas sin siquiera poder movernos.
—Oh, es cierto, Lara. Además, cómo que me duele el cuerpo aquí adentro. Es incómodo.
—Pues sí, lo es. Además, me da miedo. He visto a otros como nosotros, y luego desaparecen.
—¡Qué horror Lara, no me asustes!
—Yo también tengo miedo Roni, no sé que se viene después.
Los días siguieron pasando. Lara y Roni seguían con las mismas sensaciones. Se aburrían, su cuerpo dolía, se sentían encerrados. Como si eso fuera poco, tenían mucho miedo a lo que se vendría después.
Un día, pasó algo que parecía peor de lo que venía sucediendo. Las paredes de las cápsulas que protegían a Lara y a Roni parecían estar quebrándose por completo.
— ¿Qué está sucediendo Roni?
—No lo sé Lara, todo se está desarmando. ¡Vamos a caer!
—¡Ay, no! —gritó Lara, casi con desesperación.
Finalmente, las cápsulas si se rompieron. Pero al contrario a lo que creían, Roni y Lara no cayeron al suelo. Sus cuerpos estaban totalmente renovados, eran más grandes, tenían alas, y bellos colores.
R
oni y Lara, eran ahora dos hermosas mariposas. Una vez que se liberaron por completo de los restos de sus cápsulas, pudieron extender sus alas y emprender vuelo. En su vuelo, además de divertirse y jugar entre ellas, pudieron ver el jardín donde habitaban desde arriba.
Los árboles, las flores, los otros animales, todo era bello. Dando volteretas por el aire se miraron sonrientes y llenas de felicidad. Las dos mariposas entendieron que cada una de las etapas que habían vivido habían sido muy bonitas, pero que cada una tiene sus tiempos, y no había nada que temer ante los cambios. Muchas veces, luego de algo que nos da miedo perder, nos espera algo mucho, pero mucho mejor