Todas las tardes los niños de Villagolosa se reunían en el parque del pueblo para merendar chucherías, bollos y caramelos. Era la tradición del pueblo, una tradición que se venía haciendo desde hacía muchos muchos años.
Esta reunión llamaba mucho la atención, y eran muchas las personas que acudían a ver el espectáculo. Cientos de niños comiendo dulces reunidos en el parque era algo curioso.
Con tanto turista acudiendo a la merienda en el pueblo se hacía mucho negocio, así que los interesados regalaban muchas chucherías a los niños que acudían a merendar al parque.
Como había chuches gratis, muchos niños de los pueblos de al lado se acercaban a Villagolosa a merendar. Así, en poco tiempo, el lugar se hizo más famoso aún, porque miles de niños se juntaban a comer chuches hasta reventar.
Pero un día, sin saber cómo ni por qué, los dulces de Villagolosa desaparecieron.
-¿Qué vamos a hacer ahora? -se preguntaban en el pueblo.
Justo en ese momento llegaba a Villagolosa una caravana de feriantes atraídos por la popularidad del pueblo.
-Aquí nos haremos ricos con nuestro espectáculo -dijo el jefe.
-Imposible, estos niños solo meriendan golosinas y se pasan la tarde sentados comiendo -dijo uno de los feriantes.
-Tengo un plan -dijo el jefe.
Esa misma tarde la caravana de los feriantes estaba rodeada de niños hambrientos pidiendo la merienda.
-¿Queréis la merienda? -preguntaron los feriantes.
-¡Sí! - gritaron los niños.
-Primero os la tendréis que ganar -dijeron los feriantes.
-¡Uuuu! -gritaron los niños, que estaban acostumbrados a no tener que hacer nada para conseguir sus dulces.
Pero sin hacerles caso, los feriantes empezaron con sus números. Pusieron a los niños a cantar y a bailar, a correr y a saltar.
Después de un rato, los feriantes preguntaron:
-¿Quién quiere la merienda?
Los niños se pusieron a gritar como locos.
-¿Qué queréis merendar? -preguntaros los feriantes.
-¡Chuches! -gritaron a coro.
-¿Queréis chuches? ¡Pues ahí tenéis chuches!
Los feriantes empezaron a lanzar mandarinas, plátanos y otras frutas a los niños.
-¡Esto no son chuches! -se oyó gritar.
-¡Claro que sí! Probadlas, ya veréis lo dulces y sabrosas que están.
Los niños, que estaban hambrientos de tanto jugar, empezaron a probar aquello tan raro que les habían dado los feriantes.
-¡Qué rico! ¡Qué bueno! -se oía decir a los niños.
Al día siguiente aparecieron las chuches. Pero cuando los niños recibieron las golosinas dijeron que preferían la merienda de los feriantes.
Desde ese día, todas las tardes en Villagolosa se merienda fruta después de jugar un buen rato en el parque con los feriantes, que se quedaron a vivir allí y se hicieron ricos entreteniendo a los niños y vendiendo fruta.
Un día, uno de los feriantes le preguntó al jefe:
-¿Qué hiciste con las chuches que escondiste antes de llegar aquí?
-Las escondí, pero luego las devolví -dijo el jefe-. Pero ya ves que el plan salió bien. Nada gusta más a los niños que una buena tarde de juegos y unas buenas piezas de fruta fresca y natural.