Había una vez un lugar donde todo era rojo. Las casas eran rojas, los vehículos eran rojos, los libros eran rojos, la gente vestía de rojo e incluso las nubes eran rojas. Hasta el humo de aquella ciudad siempre era rojo.
Un día apareció algo completamente inusual: un autobús verde. Pero no era un autobús cualquiera, pues se trataba del autobús que recogía a los niños para llevarlos al colegio.
Los niños estaban muy asustados al ver el autobús verde y no se querían subir.
-Vamos, chicos, subid -dijo el conductor.
-No, tú no eres el conductor de siempre. Él siempre viste de rojo y conduce un autobús rojo -dijo uno de los pequeños.
-Disculpa, pequeño. El conductor de siempre está de vacaciones. Yo soy Marcelo. Voy de rojo y conducto un autobús rojo, como me indicaron. Supongo que será para que se me vea, puesto que aquí todo es verde.
-Aquí todo es rojo -dijo el niño, muy serio.
-Vale, lo que tú digas -dijo el conductor- pero mejor será que nos dejemos de cháchara. Se nos hace tarde y no quiero que lleguéis tarde al colegio.
-Yo no me subo a tu autobús verde -dijo el niño-. Va contra las normas. En esta ciudad solo se admite el rojo.
Ningún niño quería subir al autobús. Justo en ese momento llegó la maestra encargada de supervisar el transporte escolar.
-¿Qué hacéis aquí todavía, niños? Vamos, subid al…. ¡aaaaaahhhh! ¿Qué es esto?
-Hola, señorita, soy Marcelo, el conductor. Los niños dicen que no se suben porque el color de mi autobús no es el apropiado. Y no lo entiendo. Voy de rojo conduciendo un autobús rojo.
-De eso nada, señor -dijo la maestra-. Usted viste de verde y conduce un autobús verde.
-No me tome el pelo, señorita. Usted es la que va de verde. Si el rojo es la norma es usted quien la está incumpliendo.
-¡Acabásemos! -exclamó la maestra-. Voy a llamar a un guardia para que ponga orden aquí. Usted está loco.
Pero no hizo falta. El autobús verde había llamado la atención de todo el mundo y la policía no tardó en llegar.
-Hola, Marcelo. ¿Qué haces tú por aquí? -preguntó el policía.
-Hola, sargento. Me han llamado para cubrir las vacaciones de un compañero, pero aquí la señorita y sus alumnos se niegan a subir porque dicen que no cumplo la norma. Pero sí que lo hago, a no ser que me estén tomando el pelo.
-
Debe ser una broma de tu jefe, que nos la tiene jurada con tanto rojo -dijo el policía-. Él sabe que tú eres daltónico y que ves verde lo que nosotros vemos rojo y viceversa.
-Jajaja, pues va a ser eso -dijo Marcelo-. Así me dijo esta mañana que ya era hora de ponerle una nota de color a esta ciudad tan colorada. Pensé que se refería a mi buen humor.
Aclarado el asunto, los niños subieron al autobús y pusieron rumbo al colegio. Pero desde ese día nada fue igual. Los niños descubrieron que podían usar más colores en su dibujos, en su ropa, en sus juguetes y en sus casas. Y a los niños le siguieron sus abuelos, y a los abuelos los padres de los niños.
Aquel misterioso autobús verde despertó en toda la ciudad la curiosidad por descubrir qué hay más allá del color rojo que se había apoderado de todo sin saber muy bien por qué.