Maripuri estaba muy feliz con su lapicero nuevo. Era un lapicero precioso, brillante y elegante, ¡Incluso olía a chuches de fresa!
Maripuri afiló su lapicero y lo dejó encima de su escritorio, encima de un papel en blanco.
—Mañana lo estrenaré —dijo Maripuri.
Esa noche Maripuri soñó con todos los dibujos que iba a hacer con su lapicero nuevo: una flor, un pajarito, una abeja, un estanque, una rana, una mariposa…
Nada más despertarse, Maripuri fue corriendo a su escritorio para empezar a dibujar lo que había soñado.
Pero el lapicero ¡no tenía punta!
—¡Mamá! —gritó la niña.
La mamá de Maripuri llegó corriendo a la habitación de la niña, muy asustada ante tales gritos.
—Hija, ¿qué pasa? —preguntó.
—La punta de mi lapicero ha desaparecido —gimió la niña.
—¿No se habrá roto? —preguntó su mamá.
—No, mira —dijo la niña, mostrando el lapicero—. La punta está chata, completamente plana.
—¡Qué extraño! —dijo su mamá.
—No habrá estado nadie en mi habitación esta noche, ¿verdad? —preguntó la niña, muy asustada.
—No, hija, aquí no ha entrado nadie —dijo su mamá.
Maripuri no sabía qué hacer.
—¿Qué te parece si le sacas punta al lapicero y dibujas un rato mientras preparo el desayuno? —dijo mamá.
—Vale —dijo la niña. Y se puso a buscar el sacapuntas para afilar el lapicero.
Pero el sacapuntas no aparecía por ninguna parte.
Maripuri revisó toda la habitación, sin éxito. Hasta que se le ocurrió mirar debajo de la cama.
Y allí estaba el sacapuntas junto a un montón de papeles. Maripuri sacó los papeles y los miró. ¡Estaban llenos de dibujos! Pero no eran unos dibujos cualquiera, no. Eran los dibujos con los que ella había soñado esa noche.
Maripuri fue corriendo a la cocina con los dibujos.
—Mira, mamá, he encontrado un montón de dibujos debajo de la cama —dijo Maripuri—. ¿Quién los habrá hecho?
—Pues tú, hija, has sido tú —dijo su mamá.
—¿No me lo he soñado? —preguntó Maripuri.
—No, cielo —dijo mamá—. Anoche te levantaste y te pusiste a dibujar. Te encontré dormida encima de la mesa y te metí en la cama.
—Entonces, ¿cómo han llegado los dibujos debajo de mi cama? —preguntó Maripuri.
—Eso fue cosa de tu padre, para gastarte una broma —dijo su madre.
—Pues me he llevado un buen susto —dijo Maripuri—. Pero ha sido divertido.
Maripuri desayunó y se fue a dibujar otra vez. Aunque esta vez ya no se quedó dormida.