Laura quería conocer la razón por la que, al gritar dentro de una cueva, escuchaba lo que llamaban “eco”. Como no había nada que no estuviese en los libros, allí se fue, a la biblioteca en busca de su respuesta.
Hace mucho tiempo, en un remoto lugar del Monte Helicón había una ninfa de la montaña que se llamaba Eco. La habían criado otras ninfas y había sido educada por las Musas, las que inspiran a los poetas. Con el paso de los años Eco se convirtió en una chica muy hermosa con una preciosa voz. Todo aquel que la escuchaba se quedaba embelesado.
Era muy charlatana y juguetona y solía entretener a la diosa de la guerra Hera mientras su esposo Zeus, el dios del Olimpo, se iba con otras mujeres. Además, Hera tenía miedo de que Zeus se enamorase de Eco si llegaba a escuchar su maravillosa voz. Un día, Zeus estaba en el bosque con las ninfas y apareció Hera muy enfadada. Como siempre solía hacer, Eco entretuvo a Hera mientras Zeus huía. Pero Hera se dio cuenta del engaño. Muy enfadada, quiso vengarse de Eco:
—Has tratado de engañarme y te mereces un castigo. A partir de ahora perderás el control sobre tu voz. Te condeno a responder con la última palabra que escuches durante toda la eternidad—dijo Hera iracunda.
Tras recibir la maldición, Eco se refugió en una cueva cerca de un riachuelo. Por allí solía pasar Narciso, un joven muy presumido. De hecho, un adivino llamado Tiresias había predicho que ver su propia imagen reflejada en un espejo sería su perdición. Por lo tanto, durante toda su infancia, le había mantenido alejado de espejos y objetos en los que pudiera verse reflejado. Eco, al verle pasar por su cueva, se enamoró de él.
Le seguía de lejos, pero un día, sin querer, pisó una ramita seca y con el ruido Narciso la descubrió. Le preguntó por qué lo seguía, pero Eco solo pudo repetir las últimas palabras. Finalmente, con ayuda de los animales del bosque, Eco pudo confesar su amor a Narciso. Él se rio de ella y la ninfa regresó a su cueva llorando. Allí permaneció sin moverse hasta que se consumió y fue su voz lo único que se quedó flotando en el aire.
O
tra versión del mito dice que Eco era una ninfa del agua y que sí hablaba cuando conoció a Narciso. Eco pidió ayuda a Afrodita, la diosa del amor, para conquistar al joven. Afrodita hizo que Narciso le prestase atención por unos minutos, tiempo durante el cual Eco debería enamorarle. No lo logró y, como consecuencia, Afrodita la condenó a repetir durante toda la eternidad las últimas palabras de los hombres.
Narciso fue castigado por haberse reído de la ninfa. La diosa Némesis hizo que de repente le entrara una sed enorme. El joven fue a beber a un riachuelo y, al beber, vio su imagen reflejada en el agua. Como había predicho Tiresias, quedó tan admirado por su propia imagen que ahí se quedó paralizado para siempre.