Alberto estuvo toda la semana castigado. Sus padres no sabían que hacer. Habían encontrado en su armario, en su mochila y en su bolsa de deporte un montón de envoltorios de caramelos. Le recordaban todas las mañanas que no podía comer tantas gominolas, pero a él le daba igual. ¡Estaban tan ricas!
A Alberto le parecía que las gominolas le hacían parecer que todo el día era un momento feliz. Si veía una peli con gominolas estaba más entretenido, si estudiaba con una bolsa de gominolas al lado estaba más concentrado, si iba de camino al balonmano se encontraba con más fuerzas. Las compraba con el dinero que le daban los abuelos y con las vueltas de cuando compraba el pan. Muchos niños incluso le traían alguna chuche como regalo cuando los ayudaba en matemáticas, ya que él era muy bueno en esa asignatura.
Las chucherías le gustaban tanto que en una caja guardaba una de cada tipo para coleccionarlas. Alberto no veía nada malo en comer gominolas todo el día. El único problema es que a veces no tenía mucha hambre de la comida de verdad y eso hacía que discutiera con mamá y papá.
Sin embargo, un buen día todo cambió. Alberto se levantó de la cama para ir al cole y sintió un dolor muy fuerte en los dientes. Rápidamente fue a llamar a mamá y está en cuanto lo vio ya le dijo lo que le pasaba: ¡Te duelen los dientes de comer tantas chuches! Hoy mismo al dentista.
Pues sí, le dolían los dientes y vaya si le dolían. No pudo ir al colegio y cuando llegó al dentista este le explicó lo que le pasaba.
-El azúcar de las chuches daña tus dientes y forma las caries, y por eso tienes que evitar comer tantas chuches, además de lavarte mejor los dientes.
-¡Vaya susto! Quizá mamá y papá tengan razón… comeré menos chuches.
Llevaba dos días sin comer chuches cuando llegó al cole y una niña que celebraba su cumpleaños le regaló un cucurucho entero de gominolas y caramelos. No lo pudo evitar y cuando llegó a casa se lo comió todo de golpe. ¡Qué rico estaba!
Intentó cenar algo de lo que le pusieron mamá y papá, una rica sopa y una pequeña tortilla de jamón york. Sin embargo, al acabar la sopa Alberto no pudo evitar empezar a quejarse de un fuerte dolor de barriga:
- ¡Ay!¡Ay! Como me duele la barriga papá.
-Pero no has comido gominolas ¿no? -le dijo papá preocupado acercándose al pequeño.
-Pues si papá, lo siento. Me dieron un cucurucho de gominolas por el cumpleaños de una compañera y me lo he comido todo.
-¡Vaya! Pues mira, así compruebas tú solo que todo lo que te hemos dicho es cierto. Hijo, no puedes comer chucherías así.
Los papás llevaron a Alberto al médico y cuando llegó a casa les prometió que solo comería chuches de vez en cuando y muy muy pocas. Y así fue. Alberto no quiso volver a ponerse enfermo y empezó a cuidarse. Y pensó que quizás se es mucho más feliz comiendo la comida de verdad que es sana y nos hace crecer fuertes.