Era una mañana radiante cuando Liang y su abuelo Chen salieron al campo a cuidar las plantas de arroz. Mientras jugaba cerca de un viejo sauce, Liang tropezó con algo duro en la tierra.
—¡Abuelo, ven rápido! ¡Encontré algo!— gritó Liang.
Su abuelo se acercó con una sonrisa.
—Veamos qué has encontrado, pequeño explorador— dijo mientras se agachaba para ayudar a excavar.
Poco a poco, apareció una pequeña figura de terracota. Era un soldado, con una expresión seria y uniforme detallado. Liang estaba fascinado.
—Parece muy viejo— comentó.
—Sí, Liang. Es una figura de terracota. Podría ser muy antigua— explicó el abuelo.
De repente, un viento suave sopló, y el soldado de terracota comenzó a moverse.
—¡Hola, amigos! Gracias por liberarme— dijo el pequeño soldado.
Liang y su abuelo se sorprendieron, pero escucharon atentamente mientras el soldado les contaba su historia.
—Fui parte del gran ejército del primer emperador de China. Nos enterraron para protegerlo en la otra vida— explicó el soldado.
El pequeño soldado mostró un antiguo mapa escondido en su armadura.
—Este mapa lleva a la tumba perdida del emperador— dijo.
Liang y su abuelo decidieron seguir el mapa. Viajaron a través del campo y el bosque, encontrando pistas y resolviendo acertijos antiguos. Pero no estaban solos. Unos cazadores de tesoros también querían encontrar la tumba y robar sus riquezas. Liang y su abuelo tuvieron que moverse rápido y ser muy listos. El pequeño soldado les ayudó a evitar trampas y peligros. En una cueva oscura, encontraron la entrada secreta a la tumba.
Dentro de la tumba, vieron muchas figuras de terracota y artefactos antiguos.
—Mira, abuelo, todo esto es increíble— dijo Liang con ojos brillantes.
—Sí, hijo, es la historia de nuestro país— respondió abuelo Chen con orgullo.
Justo entonces, los cazadores de tesoros llegaron.
—¡Esos objetos son nuestros!— gritaron. Liang, su abuelo y el soldado de terracota se escondieron y planearon su siguiente movimiento.
—Debemos proteger estos tesoros— dijo el pequeño soldado.
Con valentía, Liang y su abuelo lograron despistar a los cazadores de tesoros y salir de la tumba con el mapa y algunas piezas importantes.
De vuelta en el museo local, Liang, su abuelo y el pequeño soldado entregaron el mapa y las piezas al director del museo.
—Gracias por proteger nuestra historia— dijo el director con gratitud.
El pequeño soldado se convirtió en la atracción principal del museo, y Liang se sintió orgulloso de su aventura.
—Hiciste un gran trabajo, Liang— dijo el abuelo.
—Gracias, abuelo. Aprendí mucho sobre la historia y la importancia de protegerla— respondió Liang con una sonrisa.
Liang aprendió que la verdadera aventura está en el respeto y el descubrimiento de nuestro pasado. Junto a su abuelo y su nuevo amigo de terracota, vivió una experiencia inolvidable que siempre recordará.