Había una vez un pirata al que solo le importaba el oro. Y surcaba los mares con su tripulación robando todo el oro que podía.
Todo el mundo le temía, pues su fama era mundial. Ya fuera por tierra o por mar, nadie se libraba del pirata Damelasaca, apodado así porque se presentaba de esta manera: “Dame la saca, que en ello te va la vida”.
Un día una gran tormenta pilló al pirata Damelasaca en alta mar. Fue tan violenta la tormenta que destrozó el barco. Afortunadamente, el pirata y todos sus compinches consiguieron llegar a una playa, agarrados a trozos de madera que se habían desprendido del barco.
En la isla no había nada más que palmeras y mucha vegetación. El pirata Damelasaca y sus compañeros se adentraron en la pequeña isla, con la esperanza de encontrar agua potable y algún animalillo para cazar. Pero lo único que encontraron fue un manzano,
Todos se acercaron esperanzados al manzano, que parecía repleto de manzanas.
-¡Vamos, amigos, ese manzano está lleno de manzanas! -dijo el pirata Damelasaca
Todos corriendo hacia el manzano. Pero cuando llegaron se llevaron un gran disgusto.
-¡Oh, no! -exclamó el pirata Damelasa-. ¡Son manzanas de oro!
-¡Qué vamos a hacer! -exclamaron los demás.
-¡Qué ironía! -dijo el pirata Damelasaca-. ¡Toda la vida buscando oro y ahora que no nos hace falta aparece este manzano que solo tiene manzanas de oro! Daría lo que fuera por poder comer una manzana de verdad ahora mismo. Dejaría de ser pirata y me dedicaría a ayudar a los demás, solo por una manzana.
-Nosotros también, nosotros también -dijeron los demás.
Nada más terminar de decir estas palabras, las manzanas de oro de convirtieron en manzanas de verdad. Y se oyó una voz que decía:
-Más te vale cumplir tu palabra porque, si no, las manzanas que ahora te comas se convertirán en oro en tu estómago.
E
l pirata Damelasaca y sus compinches estaban tan agradecidos que prometieron cumplir su palabra.
Cuando comieron las manzanas apareció por la isla un barco que atracó allí para reparar el barco. El pirata y los demás les ayudaron y se fueron de allí cuando acabaron de arreglar el barco.
Ya nunca más se oyó hablar del pirata Damelasaca, pero sí de un grupo de gente que se dedicaba a defender a los desvalidos y que se enfrentaba a cualquiera que quisiera robar a la gente de bien.
Y así fue como se ganaron la vida a partir de entonces. Porque la gente a la que ayudaban, agradecida, les colmaba de regalos y atención. Y eso sí que era vivir bien.