En el colegio de Valle Grande habÃa una niña que destacaba por encima de todas las demás. Se llamaba Sandra. Sandra era increÃblemente inteligente y amable. Además, era realmente guapa.
A pesar de que Sandra era muy apreciada y admiraba en el colegio, Bea y sus amigas, Luna y Amanda, sentÃan una profunda envidia. Llevaba solo dos meses en el colegio y ya se habÃa hecho la más popular, y eso no podÃan soportarlo.
—Tenemos que hacer algo para darle una lección a esta niña —dijo Bea a sus amigas—. Y sé qué es.
Esa misma tarde, Bea fue con sus amigas a casa de su tÃa Tricia.
—¿Qué hacemos aqu� —preguntó Amanda.
—Mi tÃa Tricia sabe hacer filtros y hechizos para todo —dijo Bea—. Le pediremos que nos haga uno para que Sandra se vuelva fea de una vez.
—¡Qué buena idea! —dijo Luna, con malicia.
TÃa Tricia se alegró mucho de ver a su sobrina.
—¡Bea, qué sorpresa tan agradable! —dijo—. ¿Qué tal ha ido la escuela hoy? Espero que no haya ningún problema.
—En la escuela todo bien, tÃa Tricia —dijo Bea—. Salvo por un pequeño problema en el que tal vez puedas.
—¿Cómo puedo ser de ayuda, chicas? —dijo tÃa Tricia. Bea cogió aire profundamente y le contó el problema.
—Hay una chica en nuestra clase que es más bonitas que nosotras, y todo el mundo la adora. ¿Te importarÃa hacernos un filtro o una pócima para que se vuelva verde o se le caiga el pelo? ¿O tal convertirla en una cabra o en un chimpancé?
TÃa Tricia se rio de buena gana.
—TÃa, hablo en serio —dijo Bea—. Ha hecho que todos admiren su belleza. Es siempre el centro de atención de todos. Y eso no nos gusta. Nosotras éramos las chicas más hermosas y populares de la escuela antes de que ella llegara.
TÃa Tricia sonrió y dijo:
—Y vosotras queréis que la convierta en una niña fea para que deje de ser popular. Y asà vosotras recuperaréis vuestro puesto.
Bea y sus amigas saltaron de alegrÃa, pues tÃa Tricia habÃa entendido sus aspiraciones.
Mientras ellas reÃan, tÃa Tricia fue en busca de una tarta que acaba de hornear y preparó un zumo natural para invitar a merendar a las niñas.
—Tu tÃa es muy generosa, Bea —dijo Amanda—. Ojalá en mi familia hubiera alguien que preparara estas deliciosas meriendas para que os pudiera convidar de vez en cuando.
—En mi casa ni siquiera son amables cuando atienden las llamadas o las visitas —dijo Luna—. Ya veis que siempre quedamos fuera y no quiero que me llaméis ni que me visitéis en casa.
—Yo siempre que necesito hablar con alguien veo a ver a tÃa Tricia —dijo Bea
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€”Aquà podéis venir siempre que queráis —dijo tÃa Tricia—. Os puedo enseñar algunos trucos para conseguir que la gente sea más considerada con vosotras, incluso vuestras familias. Por ejemplo, os puedo enseñar a cocinar deliciosos pasteles, para que seáis vosotras las que sorprendáis a vuestras familias.
—¡Eso serÃa genial! —dijeron las niñas a la vez.
—Entonces, ¿qué decÃais que necesitabais de mÃ? —preguntó tÃa Tricia—. ¡Ah, sÃ! Que consiguiera que esa niña tan popular dejara de serlo. ¿Estáis seguras de que esa niña es popular solo por ser bonita, o tal vez haya alguna cosa más que arreglar?
Las niñas bajaron la cabeza, avergonzadas. Se dieron cuenta de que, en el fondo, lo que envidaban de Sandra no era su belleza, sino el cariño que todos sentÃan por ella. Y eso no tenÃa nada que ver con su hermosura.
Bea fue la primera en hablar.
—Sandra no se merece esto. Ella es amable, generosa y siempre está dispuesta a echar una mano.
—Pues todo solucionado —dijo tÃa Tricia—. ¿Queréis un poco más de tarta?