El pueblo se separaba del pueblo vecino por un ancho río. Ambos pueblos solían intercambiar muchas mercaderías, y además por estar tan cerca uno del otro había personas que trabajaban en uno de los pueblos, pero vivían en el otro.
Hacía muchos años ya, se había construido un enorme y fuerte puente para unir a ambas poblaciones y hacer su vida más sencilla. Pero desde un principio el acceso al puente estaba prohibido, en ambos extremos había guardias que prohibían el ingreso al mismo.
Por ello los pobladores necesitaban o bien un bote o lancha para cruzar el río, o bien alejarse siguiendo el contorno de la orilla del agua para llegar así al otro lado, el camino por tierra tenía un recorrido de varios kilómetros y por ello implicaba una gran pérdida de tiempo.
Sofía era una niña curiosa que todo preguntaba y todo quería saber. Ella era una de las que vivía en uno de los pueblos, pero acudía al colegio en el otro. En uno de los viajes a la escuela en su bote le pregunto a su madre:
-Mamá, ¿por qué no podemos cruzar el puente?, ¿por qué están esos guardias?
Su mamá, acostumbrada a las incansables preguntas de la pequeña respondió:
- Desde que yo era pequeña es así, seguramente el puente es peligroso, y por ello no puede utilizarse.
La niña, no se quedó conforme y repitió la pregunta a sus maestros y vecinos. De todos obtuvo la misma respuesta “siempre fue así y supongo que debe ser peligroso”.
Sofía no se conformaba con suposiciones, y como nadie sabía el motivo decidió averiguarlo.
Tras una larga investigación en la biblioteca de su escuela, Sofía descubrió la fecha de construcción del puente y el arquitecto a cargo. Aunque había pasado mucho tiempo, el arquitecto aún estaba vivo, era un anciano que vivía ya en otra ciudad.
La pequeña logró convencer a su madre que la llevase a visitar al arquitecto. El hombre se llamaba Máximo Robles, y como era muy bondadoso y recordaba con cariño a aquel pueblo, atendió con mucho gusto a Sofia y su madre cuando llamaron a su puerta.
Después de saludarse y presentarse, Sofía fue directa al grano:
-Señor Robles, vengo por el asunto del puente… Usted sabe su importancia porque fue quién lo creo. Pero ¿por qué no podemos usarlo?, ¿por qué los guardias no permitieron jamás a nadie cruzarlo?-.
El arquitecto se quedó atónito con la pregunta de la niña.
-¿Cómo que después de tanto tiempo no han utilizado el puente? Esa construcción fue pensada con mucho entusiasmo para unir a dos pueblos.
Máximo permaneció unos segundos en silencio y prosiguió:
-Sofía, a esos guardias les pedí yo mismo que no permitieran ingresar a nadie al puente por 48 horas, hasta que se secara la pintura de su superficie.
Sofía se sintió feliz de conocer el verdadero motivo, no había peligro alguno en el puente, pero si había algo que seguramente los guardias habían entendido mal.
Máximo decidió acompañar a Sofía y su madre al pueblo para acabar con el malentendido y averiguar qué había pasado con su pedido. Tras visitar el ayuntamiento averiguaron que, tras la partida del arquitecto del pueblo, habían cambiado los oficiales de la guardia. La orden de proteger el puente se traspasó sin ser cuestionada y sin hablar de tiempos, todos dieron por obvio que el puente era peligroso. Todos, menos Sofía.
El malentendido fue aclarado y se aprovechó la visita del viejo arquitecto para inaugurar el puente. Así fue como, gracias a la curiosidad de Sofía y su instinto de no hacer las cosas solo porque “son así”, ambos pueblos comenzaron a utilizar y a beneficiarse del gran puente que desde hacía mucho tiempo los unía.