Había una vez un rey que lo quería todo para él. Y por ese motivo cogía siempre todo lo que quería, sin importarle nadie más.
Una de las cosas que más molestaba a la corte era que primero comía él hasta quedar harto. Luego podían comer los demás, pero solo las sobras que él había dejado.
Además, el castillo estaba lleno de hermosos cuadros, muebles, cortinas y alfombras. Pero todo esta guardado en las dependencias que solo usaba el rey.
Cuando salía de caza, el rey no dejaba que nadie abatiera las piezas. Solo él podía disparar -por suerte para las presas, porque nunca acertaba en el blanco-.
Los súbditos y campesinos temblaban cada vez que se anunciaba la visita del rey. Porque, a su paso, este cogía todo lo que se le antojaba. Por eso muchos decidían abandonar la aldea antes, dejando bien cerradas sus casas.
Un día hubo un terremoto. El castillo empezó a temblar y quebrarse. Todo el mundo salió corriendo. El rey se quedó esperando en su cuarto a que le fueran a buscar, pero nadie apareció.
Cuando el terremoto cesó el rey salió. Para su sorpresa todo el castillo estaba destruido, todo excepto la torre donde él dormía.
El rey buscó a alguien que le ayudara, pero no había nadie. Pensando que habrían muerto, el rey fue en busca de alguien que le sirviera. Pero los campesinos tampoco estaban. Y el pueblo completamente destruido.
El rey siguió caminando en busca de ayuda, pero no encontró a nadie. Así que se dio la vuelta. Pero cuando llegó a lo que quedaba del castillo este estaba ocupado por un gran dragón.
-¡Fuera de mi casa! -dijo el rey.
-Ahora es mía -dijo el dragón-. Y como soy más fuerte y más poderoso que tú no podrás hacer nada.
-Buscaré a mis soldados, a mis sirvientes y a mis súbditos y te echaré de aquí -gritó el rey.
-¡Ja ja ja! -rió el dragón-. Todos esos están bien acomodados en mi reino. No vendrán a ayudarte. Allí tienen todo lo que quieren y todo lo que necesitan. Y no hay nadie que les robe ni que abuse de ellos.
-¿Me estás llamando ladrón? -preguntó el rey.
-Te estoy llamando abusón -le dijo el ladrón-. Adelante, búscalos, a ver qué hacen.
El rey no sabía qué hacer. Todo estaba perdido y no tenía nada. Ni a nadie.
Entonces, el rey tuvo una idea y le dijo al dragón:
-¿Qué puedo hacer para recuperar mi reino?
-Promete ser justo y generoso, y ya veremos qué se puede hacer -dijo el dragón.
-¡Lo prometo, lo prometo! -dijo el rey.
-Si mientes todo bajo tus pies se convertirá en lava, recuérdalo -dijo el ladrón-. Ahora, vete a dormir, a ver qué puedo hacer.
Cuando el rey despertó todo había vuelto a la normalidad.
-¿Habrá sido un sueño? -pensó. Pero no quería arriesgarse.
Para sorpresa de todos, el rey compartió con todos el desayuno, mandó redecorar el castillo con todo lo que guardaba bajo llave y repartió parte de su fortuna entre sus súbditos.
-¿Qué le habrá pasado? -se preguntaban todos.
-¿Se habrá vuelto loco?
-¿Por qué mira tantas veces el suelo con tanto miedo?
Y desde aquel día, aquel reino empezó a florecer y se convirtió en uno de los más prósperos del planeta.