Érase una vez en una colmena en la que vivían muchas abejas. Todas las abejas trabajaban duro todos los días para recolectar néctar y polen para la colmena.
Todas eran felices, porque aportaban mucho néctar a la colmena. Todas, menos Melibeja.
Melibeja estaba muy triste. Se pasaba el día buscando flores, pero ninguna de ellas parecía ser lo suficientemente buena. Y como no encontraba una flor que le gustara, volvía a la colmena con las manos, mejor dicho, con las alas vacías.
Un día, la abeja reina salió al encuentro de Melibeja y la regañó:
—¿Otra vez vienes sin nasa? Eso no puede ser, Melibeja.
Melibeja se sintió tan avergonzada que se marchó, se escondió detrás de la hoja de un árbol y comenzó a llorar.
La mariposa Meriposa la escuchó y se acercó:
—No estés triste, abejita. Puedes encontrar una flor que te dará el néctar que necesitas.
Melibeja miró a Meriposa con esperanza, le y preguntó:
—¿Dónde puedo encontrarla?
—Yo te llevo.
Melibeja y Meriposa volaron juntas hasta la flor.
Pero cuando llegaron, la flor estaba seca.
Melibeja estaba muy triste y pensó que nunca encontraría una flor adecuada.
La mariposa Meriposa, viendo la tristeza en los ojos de Melibeja, le preguntó:
—¿Por qué no probamos a volar un poco más lejos? Quizás haya una flor perfecta para ti en algún otro lugar.
Melibeja no estaba segura de querer seguir buscando, pero decidió confiar Meriposa. Así que juntas volaron más allá.
Volaron y volaron. También hablaron, rieron y cantaron. Juntas, como dos grandes amigas, sin sentir el cansancio.
—¡Mira, allí! —dijo Meriposa.
—¡Lo veo! —exclamó Melibeja.
Las dos amigas encontraron un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Melibeja estaba maravillada, nunca había visto un jardín tan hermoso.
La mariposa Meriposa señaló una flor y le dijo a Melibeja:
Esa se ve perfecta para ti. Pruébala.
Melibeja se acercó a la flor con cuidado y comenzó a recolectar néctar. La flor estaba llena de néctar dulce.
Cuando la abeja regresó a la colmena, todas las otras abejas estaban sorprendidas de verla de vuelta con el néctar.
—Mañana, Meriposa y yo os llevaremos hasta el jardín de donde he sacado este néctar —dijo Melibeja.
Desde entonces, Melibeja y sus amigas van todos los días a ese jardín a recolectar néctar para hacer la miel más deliciosa que el mundo haya conocido jamás. Todo gracias a que Melibeja no se conformó con cualquier flor, sino que se esforzó con encontrar la mejor de todas.