Había una vez un zorro muy tragón. Todo le venía bien: bichos, carne, pescado, fruta, hierba, dulces…. Cualquier cosa que se pudiera digerir en el estómago tenía un hueco en la panza del Zorro tragón.
Un día, el Zorro tragón conoció a dos monos sabiondos que habían parado en la orilla de un camino a descansar. Los monos sabiondos eran también muy habladores, y terminaron contándole al zorro que iban a trabajar al servicio de un rey.
"Los reyes siempre tienen mucha comida en la mesa", pensó el zorro tragón.
- Me gustaría ir con vosotros -dijo el zorro-. Los zorros somos astutos e inteligentes. Seguro que puedo ser de utilidad en palacio, con vosotros.
Los monos accedieron y se fueron todos juntos. Cuando llegaron al palacio, se presentaron al rey para ofrecerles sus servicios. El rey accedió, pensando que sería muy pintoresco tener a un par de monos sabiondos y a un zorro astuto e inteligente en su consejo real.
Todo iba bien. El zorro se deslizaba por las noches a robar la comida que sobraba, pero nadie se daba cuenta, eso que se estaba poniendo cada vez más y más gordito, porque además de comer demasiado ya no tenía que andar varios kilómetros al día para encontrar comida.
Poco a poco, el zorro empezó a comer a escondidas también a la hora de la siesta y, viendo que nadie se daba cuenta, también empezó a bajar a comer lo que sobraba del desayuno. Los monos sabiondos pronto se dieron cuenta de lo gordo que se estaba poniendo su compañero, y decidieron descubrir qué hacía. No tardaron en averiguar que, cuando no estaba comiendo, el zorro estaba tumbado sin poder moverse recuperándose de un empacho.
- Tenemos que hacer algo -dijo uno de los monos a su compañero-. Si lo descubren nos echarán a los tres.
- Este tipo es un tragón, contra eso podemos hacer poco. Además, come las sobras, lo que se a tirar, así que tampoco hace mal a nadie -contestó el otro mono.
- Pero con esos atracones le entran unos empachos increíbles, y así no puede cumplir con sus obligaciones. Además, con ese sobrepeso que tiene apenas se puede mover y lo único que va a conseguir es terminar enfermo.
Los monos sabiondos idearon un plan y ordenaron a los responsables de la cocina que repartieran las sobras de las comidas entre los trabajadores del palacio en cuanto las retiraran.
El zorro tuvo que buscarse la vida para poder comer, tal y como hacía antes, y en unos meses adelgazó muchísimo, y se encontraba mucho mejor. Cuando se encontró ágil de nuevo, se despidió del rey y volvió a su vida de antes. El zorro tragón seguía comiendo mucho, pero la comida del bosque le sentaba mucho mejor, al igual que los grandes paseos que daba para buscarla.