En la Calle Cerezuela
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En la Calle Cerezuela

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A partir de 4 años
En la Calle Cerezuela Una mañana de lunes, Pedro encontró en el buzón una carta oficial que anunciaba un nuevo proyecto de construcción en la Calle Cerezuela. Sus hijos, los gemelos Juanita y Juanito, lo observaron preocupados desde la ventana mientras Lina, su madre, terminaba de preparar el desayuno.

—Esta vez no dejaré que nos echen—murmuró Pedro, apretando la carta en su mano.

Después de desayunar, decidieron visitar el Ayuntamiento. Ahí, don Eustaquio, el alcalde, los recibió con una sonrisa, pero sus palabras no trajeron alegría a la familia.

—El proyecto traerá progreso a nuestra comunidad —insistió don Eustaquio, dando palmaditas en los planos de construcción—. La casa que tenéis alquilada ocupa un gran espacio, y solo tiene una planta. Si tiramos las otras nueve que hay iguales que rodean el viejo y gran solar donde estuvo el almacén de lana que tenéis allí, tendremos un gran edificio en el que podremos hacer muchas cosas.

Pero Pedro no se dejó convencer. Recordaba su antiguo trabajo, una pequeña librería, arrasada por un proyecto similar.

En casa, los gemelos empezaron a dibujar. Juanita dibujó flores y árboles, y Juanito, un sol brillante y niños jugando. Juntos, crearon un hermoso mural que representaba su amado vecindario.

—¿Y si en lugar de un edificio, construimos un parque para todos en el solar? —propuso Juanita.

Con el mural en mano, la familia volvió al Ayuntamiento. Al ver sus dibujos, don Eustaquio se rascó la barbilla, sonrió y se fue a llamar por teléfono.

—Parece que ha habido un error en los planos —dijo el alcalde, señalando una pequeña nota al pie en los documentos.

EEn la Calle Cerezuelal proyecto de construcción no era para un edificio, sino para un parque público, tal como los gemelos habían imaginado. ¡Y no hacía falta tirar ninguna casa! Lo que iban a hacer era remodearlas e incluir un pequeño local comercial para que las familias que vivían en ellas pudieran poner un negocio que le diera más vida al barrio.

El vecindario no estaba en peligro, sino a punto de recibir un hermoso regalo.

Desde aquel día, la Calle Cerezuela cambió. Los ruidos de la construcción llenaron el aire, pero esta vez, Pedro no tembló. En cambio, él y su familia esperaron con ansias cada día, viendo cómo su amado vecindario se transformaba, uniendo más a la comunidad.
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