Todas las noches antes de irse a la cama, Selene tenía una costumbre: mirar por la ventana y observar la belleza de luna. Incluso su nombre, según le habían explicado sus padres una vez, quería decir “luna” en griego. Vivían en una casa con finca así que, las noches de verano, podía salir al césped y contemplarla.
Selene era toda una experta en todos lo referido a la luna. Pero, ¿cómo había llegado a saber tanto? Cuando solo tenía cinco años, una noche acudió a la habitación de sus padres envuelta en lágrimas.
- Hoy no se ve la luna- se lamentó.
Su madre, en un intento por consolar a su hija, le prometió que a la mañana siguiente le daría una explicación. y así fue. Cogió un libro de la estantería mientras le decía que la luna es el satélite natural del planeta Tierra y que va sufriendo una serie de cambios a medida que pasan los días y van cambiando sus fases. Unas fases que fueron viendo explicadas en aquel interesante libro.
- El cuarto creciente es la fase de la luna en la que vemos la mitad luminosa y la otra mitad oscura- leyó Selene en voz alta.
- Claro, hija. Hablamos de creciente porque va creciendo el lado con luz. Es cuando vemos la luna en forma de C inversa. En cambio, cuando la luna está en cuarto menguante lo que pasa es todo lo contrario- siguió su madre.
- ¿Menguante es cuando la luna tiene forma de C?- preguntó curiosa la niña.
- Exacto- respondió su madre.
M
adre e hija siguieron leyendo muy atentas. Llegaron al capítulo que decía que hablamos de luna llena cuando, desde la Tierra, la vemos en toda su plenitud con toda su superficie iluminada por la luz del Sol.
En cambio, la luna nueva es cuando no se ve. Exactamente lo que pasaba el día que Selene se había levantado llorando. Es la fase opuesta a la luna llena. Pero Selene, una vez que leyó con su madre ese libro de astrología, se quedó tranquila. Sabía que solo eran fases y que pronto la luna volvería a brillar.