El sábado era el cumpleaños de Andrea, la mejor amiga de Jesús. A ella le encantaban las historias de miedo. Por eso quería hacer una fiesta con un toque terrorífico. A Jesús eso no le gustaba mucho, por lo que no decía nada al resto de amigos o a sus padres, pero iba con cierto miedo a ese cumpleaños.
Jesús decidió llevar unas láminas para decorar, una foto con un castillo oscuro, una foto de calabazas de Halloween, con monstruos y otras cosas. Sabía que otros amigos llevarían algunos sándwiches con detalles de miedo, dientes de Drácula, dedos de salchicha con sangre y cosas así.
Cuando llegaron al cumpleaños Andrea estaba encantada. Había puesto música siniestra, había colgado esqueletos por el pasillo y telarañas de mentira por todas las habitaciones. Jesús contuvo sus miedos e intento disfrutar. Las láminas les parecieron muy chulas y las colgó en la pared con la ayuda de su madre y ya quedó todo listo para la merienda.
Cuando llegaron todos los amigos, Jesús y el resto de niños disfrutaron de la comida y los zumos de la merienda. Después la mamá de Andrea sacó una tarta estupenda y soplaron las velas y le dieron los regalos.
Jesús ya no recordaba que estaba en una fiesta de miedo hasta que acabó toda la merendola y Andrea dijo que iban a hacer un juego.
-Voy a apagar las luces del salón y nos vamos a sentar todos en la alfombra-explicó-. Cada uno irá contando la peor pesadilla que ha tenido nunca.
Jesús empezó a notar que sentía hormigueo en las piernas y que le sudaban las manos. Eran 10 niños y muchos de ellos estaban aplaudiendo felices del juego.
El primer niño empezó a contar una historia sobre una pesadilla que había tenido en un cementerio. Jesús le escuchó en silencio, pero sin prestarle toda la atención. No le gustaban nada los cementerios. La siguiente niña empezó a contar una historia sobre un muñeco que se despertaba en una casa, Jesús cada vez estaba más incómodo y de repente Andrea dijo:
-Jesús, te toca.
N
uestro amigo Jesús quedó bloqueado, sin saber que decir, con miedo y por una vez en su vida pensó:
-No voy a hacer cosas que no me guste hacer y me hagan sentir mal.
Y dijo en voz alta:
-Lo siento Andrea, la verdad es que lo estoy pasando mal. No me gustan nada las historias de terror. Las pesadillas. Preferiría no contar ninguna historia y levantarme para salir del salón.
-Vaya, no quiero que te enfades -dijo Andrea.
-No, no me enfado si me dejas salir y luego vengo.
Jesús salió del salón, se tranquilizó y se sintió mucho mejor. Aprendió la lección, a veces tenemos que decir cómo nos sentimos y si nos sentimos mal dejar de hacer lo que estamos haciendo y no pasa nada.