En la ciudad en la que vivía Julia todo estaba muy descuidado. Los contenedores de basura rebosaban de llenos. Sobre las calles podrían verse residuos de todo tipo y el río de las afueras dejaba ver como en su superficie flotaban botellas vacías, latas y bolsitas.
Julia era una niña que amaba la naturaleza y ver esto en donde vivía la entristecía mucho. A Julia le encantaba ver documentales de animales y de lugares llenos de vegetación, adoraba los paseos al campo y a la playa. Julia adoraba todo lo que tuviera que ver con la naturaleza, por ello ver el estado de su ciudad y los alrededores le parecía algo devastador.
Pensaba en cómo una niña de tan solo 9 años como ella podría hacer algo y no se le ocurría nada. Todo le parecía poco, reciclar, limpiar su vereda, ir algunos días a limpiar la zona del río con sus padres y su hermano. Esas actividades eran muy útiles, pero Julia sentía que no era suficiente, ella quería hacer algo más.
Un día a Julia se le ocurrió una idea: comenzar en su colegio un club de ecología. Julia pensó muchas ideas y las escribió todas en un cuaderno para ir a mostrarle a sus profesores la idea.
La tarde que Julia presentó su idea en el cole, los profesores se mostraron interesados en la propuesta y le dieron a Julia autorización para hacerlo. De hecho, una de las profes decidió ayudar a Julia a liderar el club.
El club se reunía una vez a la semana. En las reuniones se planteaban ideas y se organizaban tareas que todos debían realizar. Al principio acudían pocos niños, pero poco a poco se corría la bola en la escuela y cada vez eran más los que iban a las reuniones del club de Julia.
Julia había buscado numerosas ideas para salvar al planeta en Internet, y con la ayuda de su profe se le ocurrieron muchas más. Así que en el club habían comenzado por salir en grupos semanalmente para limpiar la ciudad y el río del pueblo. Otras veces salían a colocar en los árboles refugios para las aves. También colocaron muchos carteles por toda la ciudad alentando a los vecinos a ser responsables de sus residuos. Todos los niños del club se ocupaban de separar en sus casas los residuos para reciclarlos, y lo que se podía, se reutilizaba. En el club de ecología de Julia también habían aprendido a hacer compost con los residuos orgánicos, y este compost luego salían a repartirlo entre los árboles de la zona.
E
l club era cada vez más sólido y realizaba cada vez más actividades en la ciudad. Tanto así que despertó la curiosidad de otros colegios de la zona, que decidieron sumarse a la idea del club. Ahora en cada colegio de la ciudad había semanalmente reuniones del club de ecología. Los niños participaban cada vez más entusiasmados, y a la vez sus familias se sumaban a sus actividades.
Poco a poco todo fue cambiando en la ciudad de Julia. Los tachos de basuras estaban vacíos, ya que todos reciclaban, las calles estaban limpias y el río había vuelto a ser tan limpio y hermoso como antes.
Paso el tiempo y Julia dejo de sentirse triste, sintió que había logrado hacer ese “algo más” que añoraba. Ahora su consciencia y sus valores por el cuidado del medio ambiente se habían expandido por toda la ciudad, el club de la ecología de Julia había llegado para quedarse y ser parte de un gran cambio.