Una tarde lluviosa, Javier decidió ordenar el ático. Desde que se habÃa mudado ahà tras su boda, nunca habÃa revisado las cajas que allà habÃa puesto. SabÃa que eran todas cosas de su pasado, apuntes de la universidad, libros del colegio, trofeos de fútbol y por supuesto juguetes.
A muchas de esas cosas Javi les tenÃa cariño y por eso las habÃa llevado consigo a la casa que ahora compartÃa con su esposa. Pero la casa necesitaba un poco de orden y tocaba revisar que podÃa conservarse y que no.
Javi se sentó entre varias cajas a clasificar las cosas pacientemente.
—Mira es Javi, ¡cuánto ha crecido! —le comento un oso en la caja de juguetes al musculoso luchador.
—Casi que ni lo reconozco, pero sus ojos tienen el mismo brillo de siempre.
—Aún no nos vio, muchachos —agregó un soldado que compartÃa caja con los otros muñecos.
—Que tiempos tan bonitos esos en que Javi jugaba a diario con nosotros —dijo el luchador suspirando.
—SÃ, es lindo que nos haya conservado, pero aquÃ, en esta caja, solos… Es como si no tuviéramos vida —comentó el oso.
Javi se incorporó y se acercó a la caja de juguetes. Los miró con ternura y se agachó junto a ellos. Recordó cuántos momentos de diversión y aventuras habÃa compartido con ellos.
—Hey Javi, ¡aquÃ! —gritó el oso.
—No puede oÃrnos tonto, él no habla el idioma de los juguetes —dijo el soldado.
Pero antes que el soldado terminara de hablar, Javi miro hacia la caja como si los hubiese escuchado y se los quedó mirando fijamente.
—-¿Qué quieren ustedes ahora? ¿Me han extrañado? Yo también los extrañé.
—Ves, nos ha oÃdo —dijo el oso—. Estamos muy aburridos y tristes en esta caja, necesitamos salir a jugar-
Javi se quedó en silencio mirando los juguetes y revisándolos uno a uno. Él no podÃa escucharlos realmente, pero parecÃa que entendÃa lo que ellos querÃan transmitirle.
—Cuántas aventuras juntos amigos —dijo Javi en un suspiro.
—Lo ves tonto, no puede oÃrnos —le dijo el soldado al oso.
—No seas cruel, deja que crea eso —comentó el luchador al soldado.
—Pienso que necesitan volver a jugar ustedes, aquà se ven tristes —dijo Javi mientras colocaba nuevamente los muñecos en la caja.
—¡Lo ven! Él me ha entendido, yo tenÃa razón.
Y asà era, el oso tenÃa razón, de tanto cariño que Javi sentÃa por los juguetes y ellos, por él, podÃan comunicarse sin palabras. Y ya habÃa entendido que los juguetes estaban tristes en su caja sin cumplir su función de divertir a niños.
Javi tomó su móvil y llamo a su hermana. El oso, el soldado y el luchador junto a los otros juguetes de la caja miraban con atención la escena.
â
€”Hola, Mari, cómo estás. Yo bien, ahora estoy acomodando un poco aquà la casa y encontré mis viejos juguetes. Les tengo mucho cariño y creo que serÃa muy lindo que los tuviera el pequeño Alex.
Después de intercambiar algunas palabras más, Javi cortó la conversación telefónica y se dirigió nuevamente hacia la caja de juguetes. Se agachó junto a ella y mirándola con ternura, les dijo:
—Muy bien muchachos, mañana por la mañana los llevaré hacia la casa de mi pequeño sobrino Alex. Es un buen niño y los cuidará tanto como yo lo hice, estoy seguro de que tendrán grandes aventuras juntos.
Javi sabÃa que extrañarÃa los juguetes, y es de hecho por el cariño tan grande que les tenÃa, que los habÃa guardado durante tantos años, pero al mismo tiempo sabÃa que habÃa tomado la mejor decisión.
El oso, el soldado, el luchador y los otros juguetes también extrañarÃan mucho a Javi, pero estaban muy felices y ansiosos por conocer a Alex y vivir juntos muchas nuevas aventuras.