La profesora comentó a todos los alumnos que muy pronto iba a realizarse una carrera de relevos en el patio del colegio en la que todos los alumnos que quisieran participar debían hacerlo con una pareja.
- ¡Qué desastre! - pensó Marta mientras se tapaba los ojos - Soy la única chica en la clase y seguro que nadie querrá ser mi pareja.
Finalmente cuando salió al recreo se armó de valor y le preguntó a Jaime, un compañero suyo:
- Oye Jaime me gustaría correr en la carrera de relevos… ¿Querrías ser mi pareja?
- ¡¿Tu pareja?! ¿Pero qué dices? Si corro con una niña todos mis amigos se reirán porque perderemos seguro.
- Pues que sepas que yo corro más de lo que crees– respondió Marta algo enfadada-.
- Sí, pero eres una niña, y correrás mucho entre las niñas pero no contra nosotros no tienes nada que hacer.
En ese momento pasó por allí Álvaro, otro chico de la clase que además era vecino de Marta.
- ¡Espera Marta! Yo participaré contigo si quieres.
- ¿De verdad vas a correr con una niña? ¡Vais a quedar los últimos! - añadió Jaime entre risas -
A Marta le molestó aquel comentario así que se marchó enfadada de allí.
Al tercer día enfadada y sin querer hablar con nadie, su padre fue a hablar con ella:
- Marta hija, ¿Qué es lo que pasa? Últimamente no hablas, no quieres ni chocolate, ni salir a jugar… Estás todo el día en tu habitación.
- Nada papá, no tiene importancia…
- Si te hace estar así de triste … ¡Claro que tiene importancia! Cuéntamelo, por favor.
- Es que hay una carrera de relevos por parejas en el colegio pero no sé si participar. Álvaro se ha ofrecido a correr conmigo pero todos dicen que vamos a quedar los últimos porque yo soy una niña y corro menos.
- ¿Y les vas a dejar que tengan razón, hija? ¿Por qué no vas a entrenar con Álvaro? Estoy seguro de que si os esforzáis podréis quedar los primeros y demostrar al resto de los niños que una niña puede hacer exactamente lo mismo que un niño.
- ¡Tienes razón papá! ¡Muchas gracias!
Marta y Álvaro se esforzaron mucho y lograron ganar la carrera de relevos y a Jaime no le quedó más remedio que disculparse.