Había una vez un reino donde todos los habitantes tenían el pelo oscuro. Pero había una niña que tenía el pelo completamente blanco, y por eso era despreciada por todos los demás. Avergonzada, la niña llevaba siempre el cabello escondido bajo un pañuelo negro.
A oídos del príncipe llegó la noticia de que una joven en su reino no tenía el pelo oscuro, sino tan blanco como la nieve.
-Debéis expulsarla, majestad -le dijeron sus consejeros.
-Tengo curiosidad -dijo el príncipe . Quiero conocerla.
Cuando la niña del cabello blanco se enteró de que el príncipe quería conocerla se asustó mucho y decidió huir. Tenía miedo de que la expulsara y de que la metiera en el calabozo.
-No iré muy lejos con este pelo tan blanco -se dijo a sí misma-. Tendré que hacer algo más que taparlo con un pañuelo. Pero, ¿qué puedo hacer?
En ese momento miró por la ventana y vio a los cerdos revolcarse por el barro.
-¡Eso es! -dijo la niña-. Me pintaré el pelo. Pero el barro es demasiado pesado. Usaré el hollín de la chimenea.
Con mucho cuidado, la niña se pintó el pelo de negro con el hollín de la chimenea y huyó donde nadie la conociera para que no se descubriera el engaño.
Cuando el príncipe llegó y no la encontró decidió buscarla por todo el reino, pero en secreto, para que la chica no huyera más. Así que se disfrazó de pastor y fue en su busca.
Pasaron los meses y el príncipe no había encontrado a la chica. Entonces, tuvo una idea.
-Me embadurnaré el pelo de harina para pintarlo de blanco. Seguro que eso llamará la atención de la niña del cabello blanco.
Y así lo hizo. Para su sorpresa, el príncipe, vestido de pastor, recibió todo tipo de insultos de la gente que se lo encontraba.
-No me extraña que la niña del pelo blanco se esconda -pensó el príncipe .
A oídos de la niña llegó la noticia de que un pastor de pelo blanco iba por ahí paseando a sus ovejas.
-Pobre muchacho, tengo que ayudarle -pensó la niña. Y fue en su busca. Cuando lo encontró, le dijo:
-No deberías ir por ahí con el pelo tan blanco. La gente te despreciará y, si se entera el príncipe , vendrá a por ti y te encerrará. Ven, te ayudaré a disimular.
-¿Por qué me ayudas? -preguntó el pastor, mientras sentía que el corazón le latía a mil por hora.
-No es justo que te rechacen por tu color de pelo -dijo la niña, que se había prendado del valiente pastor que se atrevía a viajar con el pelo tan blanco.
Ninguno de los dos se había dado cuenta de que el cielo se había cubierto de nubes de tormenta. Y empezó a llover a mares.
-¡Tu pelo! -gritó el pastor-. ¡Es blanco! ¡Te encontré, por fin!
-¡Y el tuyo es negro! -dijo la niña. Pero, ¿por qué me buscabas? ¡Oh, no! Me has engañado. Me llevarás hasta el príncipe y él me encerrará.
-Yo soy el príncipe y no quiero hacerte daño -dijo el pastor-. Te lo demostraré.
Y con un silbido apareció todo su séquito con su capa y su corona de oro y piedras preciosas.
-Solo quería conocerte -dijo el príncipe, nada más. Ven conmigo. Prometo no hacerte daño.
La niña fue con el príncipe de la mano paseando por todo el reino. A su paso, todos se inclinaban, pues pensaban que era su prometida.
Nadie más volvió a meterse con la niña del cabello blanco, que se ha convertido en la amiga inseparable del príncipe. Si se convertirá en princesa o no, eso solo el tiempo lo dirá.