Había una vez un duende azul que vivía en un reino donde todos los duendes y hadas eran de color verde. Todos admiraban al duende azul, pero él no quería saber nada de ningún ser que no fuera como él, de color azul.
El duende azul crecía sin amigos, y eso que no había ningún duende o hada que no tuviera abierto su corazón a una amistad con un duende diferente. Así de generosos y bondadosos eran en aquel país los duendes y las hadas de piel verde.
Un día de primavera el duende azul observó que todos los duendes de su edad empezaban a encontrar pareja.
-¡Qué hermoso sería encontrar un hada azul, como yo! -suspiró el duende azul.
Un hada que lo oyó fue enseguida a contarle a las demás hadas que el duende azul buscaba novia.
Muchas hadas ya le habían echado el ojo al duende azul y, sin perder más tiempo, se acercaron a verlo.
El duende azul, que al principio no entendía nada, enseguida descubrió lo que tramaban las hadas, y no le hacía ninguna gracia.
-No quiero tener novia, solo quiero conocer a alguien azul, como yo, para pasar el resto de nuestras vidas juntos -dijo el duende azul.
Todas las hadas se marcharon y dejaron solo al duende azul.
Pasaron semanas y el duende azul seguía solo.
Un día, llegó al reino un grupo de visitantes de color azul que había oído hablar del duende azul en ese reino. Los visitantes azules hicieron correr la voz de que en el grupo había alguien buscando pareja y que quería conocer al duende azul.
El duende azul, muy emocionado, salió corriendo en cuanto se enteró.
-¡Me casaré contigo! ¡Me casaré contigo! -gritó el duende azul, mientras corría hacia el grupo de visitantes.
Cuando estaba a punto de alcanzarlos, un ser grande y feo salió y, con voz ronca y profunda, gritó:
-¡Yo también te quiero!
El duende azul se paró en seco. Se había quedado paralizado. Cuando recuperó el sentido, sin mediar palabra, se dio media vuelta y salió corriendo para esconderse en el bosque.
Durante días los visitantes azules buscaron al duende azul que había prometido casarse con uno de sus miembros, pero el duende no dio señales de vida. En realidad, todos los duendes y hadas del reino le estaban ayudando a esconderse.
Cuando por fin se aburrieron de esperar y buscar, los visitantes azules se marcharon y el duende azul pudo salir de su escondite.
Después del incidente, el duende azul aprendió que la amistad no tiene nada que ver con el color de la piel. Por fin el duende azul se empezó a integrar con sus vecinos verdes y a mirar con buenos ojos a una hada de color verde oliva especialmente cariñosa y simpática que le había hecho tilín.