El desaparición de los camellos del señor Pepe
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El desaparición de los camellos del señor Pepe

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El desaparición de los camellos del señor Pepe El señor Pepe tenía tres camellos en su cuadra. La gente le pregunta muy extrañada por los camellos. Algunos incluso se burlaban de él. Pero el señor Pepe no les hacía caso. A él le gustaban los camellos y punto.

Se acercaban las fiestas de Navidad y al señor Pepe se le veía muy nervioso. Sus vecinos más pequeños lo veían ir y venir muy deprisa a todas partes. Y en su casa no hacían más que entrar paquetes.

Además, se estaba dejando barba, cosa extraña en un hombre que siempre iba pulcramente afeitado. Y, para colmo, justo después de Navidad llegaron a casa del señor Pepe dos invitados muy interesantes: un señor negro y otro blanco con el pelo blanco como la nieve y una hermosa barba y otro.

Matías, el niño que más cerca vivía del señor Pepe, lo tenía claro, y así se lo dijo a sus amigos:

-El rey Melchor vive al lado de mi casa -les decía a todos. Y, a continuación, les contaba todo lo que había estado observando.

Los gamberros del barrio escuchaban la historia atentamente.

-Vamos a reventar la noche de Reyes -se decían entre ellos.

Y así lo hicieron. Aprovechando un momento en el que la puerta quedó abierta, los gamberros se colaron y se llevaron a los camellos.

- Y ahora ¿qué hacemos con ellos? -preguntó uno.

-Los llevamos al campo y los soltamos -dijo otro-. Ya se las apañarán.

Y eso hicieron.

A las pocas horas saltaron todas las alarmas.

-¡Los camellos! ¡Han robado los camellos! ¡Qué desgracia!

Era el señor Pepe y sus invitados gritando como locos por el vecindario. Tal jaleo armaron que todos los vecinos salieron a la calle. También se acercó la policía, alertada por el revuelo.

-Encontraremos a los camellos, señor Pepe -dijo el jefe de policía-. Montaremos una batida y entre todos los vecinos solucionaremos esto. Esta noche sus camellos podrán ponerse a trabajar, es decir, podrán echarse a descansar en su sitio de siempre, quiero decir.

Matías estaba nervioso. Temía que hubiera sido culpa suya, por haber contado a todos sus sospechas. Tembloroso se acercó al señor Pepe para pedirle disculpas.

-No te preocupes, muchacho, que nadie se va a quedar sin regalos esta noche -dijo el señor Pepe-. Los camellos aparecerán. Quiero decir, que los Reyes se las arreglaron, o sea, que no pasa nada, que los camellos son una cosa y los Reyes son otra, que no te líes, Matías.

-Yo no me lío, señor Pepe, pero usted sí que se lía un poco -dijo Matías-. Por cierto, ¿cómo sabe mi nombre?

-Tengo muy buena memoria -dijo el señor Pepe-. Me sé los nombres de todos los niños, bueno, de todos los niños del barrio, que para eso somos vecinos ¿no? Pero, venga, vamos, que hay que encontrar a los camellos.

Pero se hizo de noche y los camellos no habían aparecido. Todos los vecinos se fueron a casa, muy apenados.

El desaparición de los camellos del señor PepeAl amanecer los gritos del señor Pepe alertaron a los vecinos de nuevo.

-¡Han vuelto a casa! ¡Los camellos han regresado! ¡Ya duermen tranquilos!

Los vecinos se despertaron con mucha alegría, a pesar de todo.

-¡Mamá, papá, mirad! ¡Los Reyes Magos han venido! -dijo Matías.

-¡Qué sorpresa! -dijo mamá-. Tenía yo mis dudas.

-¿Por los camellos del señor Pepe? -preguntó Matías.

-¿Los camellos? -dijo mamá, visiblemente azorada-. No, hijo, no, es que… bueno… cosas mías.

Matías se hizo el loco, viendo que no iba a sacar nada de aquello. Al fin y al cabo, qué más se podía pedir.

-El año que viene le ofreceré mi ayuda al señor Pepe por estas fechas -dijo Matías-. Lo he visto muy atareado estos días.

Y se fue, porque no quería oír ninguna mala disculpa más de ningún adulto, pues ya había tenido suficiente.
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