Desde pequeña Alicia había sido una apasionada por la ciencia y la tecnología, se pasaba tardes enteras desarmando radios, electrodomésticos viejos y juguetes para entender cómo funcionaban.
Así fue como de adulta se convirtió en una importante inventora. Además de su pasión por su profesión, Alicia sentía un enorme deseo de contribuir a la humanidad y dedicó años de su vida a inventar una máquina que le pudiera solucionar los problemas a todas las personas.
Alicia pasó incansables jornadas junto a su ayudante y aprendiz Sebastián, entre pruebas y errores hasta que finalmente lo logró.
—Lo hemos logrado al fin Sebas, estoy muy emocionada por todo lo que podremos hacer en adelante.
—¡De todo Alicia! Esta máquina es perfecta, todo lo malo puede arreglarlo.
—Es momento de ponerla en acción, tengo un plan perfecto para solucionarlo todo de una sola vez.
—¿Cómo es eso Alicia? ¿Cómo la haremos?
—Bueno, el objetivo de nuestro trabajo siempre ha sido solucionar los problemas de todas las personas. Así que programaremos la máquina para cumplir los deseos de cada persona automáticamente.
—¡Excelente idea Alicia! Qué mejor que cada uno para saber qué es lo mejor para sí mismo.
Los dos inventores pusieron entonces manos a la obra y tras ingresar unos cuantos códigos en la máquina todo estaba listo. Solo restaba dar "enter" y todo estaría listo. Así lo hicieron y se dispusieron a esperar ansiosos los resultados.
—¿Qué es ese ruido Sebas? ¿Tu estómago? Te dije que no estés sin desayunar.
—No Alicia, no soy yo, viene de afuera.
Sebas se dirigió a la ventana y absolutamente asustado llamo a su colega.
—¡Alicia! ¡Ven de inmediato a ver esto!
Alicia se asomó por la ventana junto a su compañero y no pudo creer lo que veía.
Todo era un caos, había niños paseándose en dinosaurios, gente volando y unicornios. La ciudad estaba sufriendo enormes destrozos, y además se había desatado una fuerte lluvia que por momentos se detenía y salía el sol radiante. Algunos deseaban ver el sol y otros la lluvia, y por eso esos cambios repentinos. Los negocios se quedaron pronto sin productos porque ahora todos eran millonarios y compraban todo. La ciudad se transformaba en selva, y luego volvía a ser una ciudad llena de modernos edificios.
Esto es un desastre —dijo Alicia.
—Debemos detener la máquina ya mismo, antes que esto empeore —respondió Sebastián.
Ambos científicos se acercaron apresuradamente a la máquina e ingresaron otros códigos diferentes. Al cabo de unos minutos se oyó silencio, Alicia y Sebas se dirigieron de nuevo a la ventana y afortunadamente todo había regresado a la normalidad.
—Qué bueno que todo pudo revertirse Alicia.
—Parece que me había equivocado, no siempre que se cumplan todos nuestros deseos es la mejor opción.
—Así parece —respondió Sebas.
Alicia y Sebas siguieron trabajando en diversos inventos, pero desde ese día ya no buscaron modificar los acontecimientos, ya que aprendieron que, aunque a veces no lo parezca, las cosas son siempre como deben ser.