Anabel tenía muchos juguetes y juegos. A lo largo del año practicaba todas las actividades extraescolares que quería, a sus padres les gustaba que fuera muy deportista y que tocara diferentes instrumentos. Tenía un hermano que se llamaba Roberto más pequeño que ella y con el que se llevaba muy bien. ¿Qué pedir entonces en la carta de los Reyes Magos?
Era un día especial para ella y no quería pedir a esos magos que vienen desde tan lejos cualquier cosa, así que decidió anotar en un diario durante la semana antes de reyes cosas que hacía o que tenía y ver que le podía faltar.
Los primeros días no encontraba al releer lo que apuntaba nada que le apeteciera. Pero un buen día vio discutir a sus padres y que no se daban un beso para irse a dormir. Ese mismo día su hermano se había enfadado con otro niño y no quiso dar un beso a nadie en casa. Anabel leyendo su diario sintió que eso le entristecía y pensó que no había motivo para pedir lo de siempre, si los reyes magos eran magos de verdad podrían traerle algo que la haría muy feliz.
Cogió sus hojas amarillas, las favoritas y el bolígrafo que le regalaron el año anterior por la comunión y se dispuso a escribir su carta:
Queridos Reyes Magos: Este año quiero pediros algo muy especial, no solo para mí sino para toda la familia. Una máquina de besos. Una máquina que cuando estemos más tristes le hablemos y ella nos devuelva un beso para nosotros y nos saque una sonrisa y nos dé besos para los demás.
Así Anabel pensó que sería más fácil pedir perdón, que nos sentiríamos mejor con nosotros mismos. ¡Era una idea estupenda! Anabel se sentía muy feliz en el momento en que echo la carta al buzón al lado de mamá y papá.
Pasaron los días y llegó el día de la cabalgata. Anabel saludaba a los Reyes con una amplia sonrisa, ya que había ocultado el secreto de su petición a todo el mundo. Menuda sorpresa al día siguiente por la mañana, incluso cree que ha inventado algo nuevo. Todas sus amigas alucinaran con su máquina.
El día especial llegó Anabel abrió los ojos a las 9 de la mañana y se levantó corriendo al lado de su belén y vio que había algunos regalos, pero ninguno del tamaño que ella esperaba para que pudiera contener su máquina.
Roberto se levantó y corrió con ilusión a mover todos los paquetes que había encima de su zapatilla. Anabel fue hasta el salón donde estaba el árbol quizá era un regalo especial que lo habían dejado solo allí. Cuando vio el árbol observó que debajo no había nada. Sus padres se levantaron y notaron que Anabel estaba muy rara.
-Hija, ¿qué te pasa? Corre vamos a abrir lo que han dejado los Reyes Magos.
-Mamá, es que no veo el regalo que yo quería
-¡Pero si ni siquiera has abierto las cosas!
-
Yo había pedido un regalo especial, una….una….máquina de dar besos.
- ¿Y cómo has pedido eso?
-Porque hay veces que me gustaría que nos diéramos más besos, o que la gente se ponga contenta por recibir un beso y me pareció que yo tenía muchas cosas y que tener algo así si me pondría contenta
-Yo ya sé por qué no te han traído una máquina de besos -dijo papá mientras mamá y él se miraban-. ¿Qué crees que tendría más valor unos besos que tú quieres dar porque te apetece, o unos besos que no quieres dar pero que puedes crear falsos?
Anabel abrió los ojos, no lo había pensado, si una máquina lo crea no es real es fabricado.
-Uhmm, pues papá tienes razón, normal que los Reyes Magos no me hayan hecho caso.
-Ven aquí -dijo mamá- que vamos a darte un beso sin necesidad de ningún aparato.
Y todos se abrazaron y se dieron un beso unos a otros, Anabel recordará ese momento para siempre.