A principios de enero llegó una nueva alumna a clase, justo para empezar el segundo trimestre con el resto de sus compañeros. El profesor la colocó en primera fila para que todos pudiesen verla y charlar con ella en los ratos libres. Pero la cosa no funcionó, al menos al principio.
La niña, que se llamaba Carla, era muy tímida y nadie era capaz de sacarle tema de conversación. Unos les preguntaban de dónde era. Ella solo decía: “de aquí al lado”. Otros le preguntaban si tenía hermanos, pero únicamente decía que sí, sin concretar ni sus edades, ni sus nombres, ni si eran chicos o chicas.
En el recreo se quedaba en una esquina comiendo su bocata y no se acercaba a jugar ni a la pelota ni a la comba ni al escondite ni nada. La verdad es que era una niña muy reservada y los profesores empezaron a preocuparse por su falta de integración. Lo cierto es que el resto de los niños de la clase tampoco hacían grandes esfuerzos para que Carla se sintiese parte del grupo.
Muchos decían que era más rara que un bicho verde y otros que nunca habían conocido a nadie tan sumamente rancio. Carla lo escuchaba todo y se ponía muy triste. En realidad, se moría de ganas por hacer amigos en el colegio, pero no se atrevía a dar el primer paso porque era muy tímida. Había estado siempre en el mismo cole y sus amigos eran los que tenía desde el parvulario.
Un día de primavera tocó ir de excursión al jardín botánico. Allí la clase empezó a recibir explicaciones de qué tipo de plantas había allí, de dónde procedían y cómo se reproducían. Carla empezó a demostrar que sabía un montón de plantas y vegetales. Un talento que, hasta ese momento había permanecido oculto dada la timidez de la niña.
De repente toda la clase se congregó en círculo alrededor de Carla. Le empezaron a preguntar sobre las flores, el polen, los olores… En ese momento Carla se sintió super contenta y empezó a abrirse a los demás y a conocer los nombres de los compañeros, que hasta ese momento ignoraba.
Los niños se arrepintieron de no haberse acercado antes a su nueva compañera por todas las cosas que estaban aprendiendo ahora de ella. Entendieron que a veces la gente solo necesita un pequeño empujón para relacionarse con el grupo. Sobre todo, cuando se llega a una nueva clase en la que ya todos se conocen desde hace tiempo. Se dieron cuenta de que es un trabajo de todos, de la persona nueva y de los que ya son veteranos y que tienen que hacer esfuerzos para que se sienta a gusto e integrada.