Era el primer día de clase y Marcos, el profesor de historia, estaba un poco nervioso. No solo era el primer día de clase: era su primer día como profesor, y quería ganarse a sus alumnos. Afortunadamente, Marcos había tenido una idea días antes, camino de la sala de profesores, mientras veía cómo una par de chicas sacaban unas chocolatinas de la máquina expendedora que había en el recibidor del instituto.
Sonó el timbre que daba comienzo a la primera clase del curso. Marcos cogió aire, se dijo a sí mismo “yo puedo con esto” y entró en el aula con una chocolatina en la mano.
-¿Qué, profe, no has desayunado? -dijo uno de los alumnos. Todo iba bien.
-La verdad es que sí, pero no he decidido pasar por la máquina expendedora y sacar esta chocolatina para mi primera lección. Por cierto, soy Marcos, vuestro tutor y profesor de historia.
Nada. Ni murmullos, ni bromas, ni risas. Pero sí muchas caras de sorpresa. Por fin, alguien se decidió a hablar.
-¿Qué tiene que ver la chocolatina con la historia?
-Seguro que de chocolatina podríamos hablar largo y tendido -dijo Marcos-. En realidad, quería preguntaros si sabíais quién inventó la máquina expendedora, estos aparatos sin los que nuestra vida sería mucho menos cómoda hoy en día. Al fin y al cabo, hay máquinas de estas por todas partes, ¿o no?
Los alumnos iniciaron una animada conversación sobre todos los sitios donde había máquinas de estas y sobre lo útiles que resultaban cuando tenían hambre o ser y no había nada abierto cerca.
Por fin, alguien recordó que el profesor había mencionado algo interesante: ¿quién inventó la máquina expendedora? Nadie lo sabía.
-¿Alguien se atreve a especular, al menos, en qué época se inventó? -preguntó Marcos.
La conversación volvió a animarse. Unos decían que era un invento de finales del siglo XX, otros que ya había máquinas de estas varias décadas antes, otros que la máquina expendedora un invento de la revolución industrial.
-Y ¿si os dijera que la primera máquina expendedora se inventó hace casi 2000 años? -dijo Marcos.
-Nos tomas el pelo -dijo uno de los alumnos de la primera fila.
-No, en serio -dijo Marcos-. La primera máquina expendedora la inventó en el siglo primero después de Cristo el gran Herón de Alejandría, un ingeniero y matemático griego que, además, inventó otras cosas realmente alucinantes para la época, como la primera máquina de vapor. Todo basándose en descubrimientos e inventos de otros científicos griegos varios siglos anteriores a él.
-Increíble -dijeron varios alumnos.
-Y si esto os parece alucinante, escuchad esto otro: Herón de Alejandría escribió el que se considera el primer libro de robótica de la historia. Y no es lo único que hizo. Pero si queréis saber más, tendréis que investigar un poco. Si os interesa, el próximo día seguimos hablando sobre esto.
-Tengo una pregunta que me mata de curiosidad -dijo una alumna-. ¿Qué servía la máquina expendedora de Herón de Alejandría? Refrescos y chocolatinas seguro que no.
-Buena observación -dijo Marcos-. En realidad, cubría una necesidad importante de la época. La máquina expendedora de Herón de Alejandría servía agua bendita en los templos. Los fieles introducían una moneda de dos dracmas por una ranura. La moneda caía sobre una plataforma que se deslizaba hacia abajo por el peso de la moneda. Después, un cable se elevaba y destapaba un tapón por el que caía el agua bendita.
Los alumnos estaban impresionados con lo que estaba contando Marcos. Todo había ido viento en popa.
-Creo que es momento de pasar a hablaros sobre otros temas importantes para este curso -dijo Marcos-. Va a ser un curso muy interesante.