Se hacía tarde. Todos los niños querían acostarse pronto. Esa noche los Reyes Magos se pasearían por todo el mundo dejando sus regalos.
Conrado estaba nervioso. Como no podía dormir fue a ver a sus padres.
-¿Me contáis un cuento para dormir? -les preguntó.
-¡Por supuesto! -dijo su padre-. ¿Quieres oir alguna historia en especial?
-Pues, ahora que lo dices, sí -respondió Cornado-. Me gustaría conocer la historia de los Reyes Magos. ¿Cuándo empezaron a salir de viaje?
-Pues... ¡qué buena pregunta! -exclamó su padre-. Creo vamos a videollamar a tu abuela y que te lo cuente. A ella se le da fenomenal contar esa historia.
Cuando contectaron, la abuela de Conrado le contó esta historia. Empezaba así:
- Hace más de dos mil años, tres monarcas sabios, ricos y poderosos del oriente al Mediterráneose pusieron en camino para buscar al Niño Jesús, siguiendo una estrella, la estrella de Belén.
-¿La que ponemos encima del portal? -preguntó Conrado.
-Es misma -continuó la abuela-. Los reyes magos buscaban al rey de los judíos que ha nacido en Jerusalén y la estrella los guió hasta él. Cuando lo encontraron le regalaron oro, incienso y mirra.
-¿Y para qué iba a querer un bebé oro, incienso y mirra, abuela? -preguntó Conrado.
-Estos regalos eran simbólicos -dijo la abuela-. El oro simbolizaba la riqueza como tributo al Rey. El incienso representaba el carácter divino del Niño y la mirra era un producto que se usaba para la sepultura.
-Abuela, no entiendo nada -dijo Conrado.
-Es algo complicado hasta para los mayores -dijo la abuela-. A mí me gusta verlo así: el oro es un regalo a Jesús como Rey, el incienso un regalo para Jesún como Dios y la mira un regalo para Jesún como Hombre.
-Entonces les faltó un cuarto Rey Mago, abuela -dijo Conrado.
-¿Y eso? -preguntó la abuela, intrigada.
-Si hubiera habido un cuarto rey le hubiera llevado juguetes -dijo Conrado.
-¿Juguetes? -preguntaron todos los adultos a la vez.
-¡Claro, el regalo para Jesús como Niño! -dijo Conrado-. Seguro que ese es el motivo por el que los Reyes Magos nos traen juguetes a nosotros, para compensar a Jesusito.
-Si tú lo dices… - dijo la abuela.
-Oye, abuela, otra pregunta -dijo Conrado-. ¿A ninguno se le ocurrió llevarle una mantita al pobre, que siempre anda destapado en su pesebre? Porque mi hermanita está siempre abrigada hasta las orejas.
-Conrado, eso son cosas de los artistas, que les gusta representarlo así -dijo la abuela-. Seguro que el niño estaba bien tapado. Y déjalo ya, que van a llegar los Reyes y van a pasar de largo.
-Pues tengo más preguntas -dijo Conrado.
-Mañana, Conrado, mañana -dijo su madre-. A dormir.
Conrado se quedó dormido enseguida, dándole vueltas a lo de los regalos del Niño Jesús.
Cuando por la mañana se despertó y, entre sus regalos, había uno con una tarjeta que decía: ‘Para que no pases frío’.
-¡Una manta! -exclamó Conrado-. Seguro que también le regalaron una Jesús, pero eso no nos lo han contado, porque no luce tanto como el oro, el incienso y la mirra esas.
Todos rieron la ocurrencia de Conrado y siguieron abriendo regalos, disfrutando de una maravillosa mañana de Reyes.