Había una vez una princesita a la que le encantaba correr detrás de las mariposas, sin pensar hacia dónde iba. Todos le habían dicho que tenía que tener cuidado, pero ella no hacía caso. Y siempre que veía una mariposa iba detrás de ella, sin pensar.
Un día, la princesita encontró la mariposa más bonita y juguetona que jamás había visto. Y se fue detrás de ella como siempre. La mariposa la llevó muy lejos del palacio, hasta la cueva de la bruja. Pero cuando la princesita se dio cuenta ya era demasiado tarde.
-¡Te pillé! -dijo la bruja-. Ahora que te tengo conseguiré todo lo que desee.
Pero un guardia había seguido a la princesita, y la liberó en cuanto la bruja se despistó un momento.
Cuando el guardia devolvió a la princesita al palacio sus padres le dijeron:
-Puede que la próxima vez no tengas tanta suerte.
Pero a la princesita le dio lo mismo. Se había llevado un buen susto, pero saber que tenía siempre a algún guardia vigilándola le hizo sentir segura. Así que siguió persiguiendo mariposas, como si nada.
Unos días después volvió a aparecer en el jardín una mariposa maravillosa, mucho más bonita y juguetona que la que le había llevado hasta la cueva de la bruja. La princesita empezó a perseguirla y, sin darse cuenta, apareció en la cueva de los trolls.
Los trolls la cazaron y la metieron en una jaula mientras discutían qué hacer con ella. La princesita estaba tranquila, pues sabía que no tardaría en aparecer algún guardia para salvarla.
Pero las horas pasaban y por allí no apareció ningún guardia. La princesita empezó a tener miedo. Los trolls querían comérsela. Pero era muy pequeña y la querían engordar.
Y así pasaron los días. La princesita estaba muy asustada. Tenía que salir de allí. Entonces, apareció la mariposa.
L
a princesita no la quería ni mirar. Pero después de un rato le pareció que la mariposa quería decirle algo. En efecto: la mariposa estaba indicándole que la llave de la jaula estaba en el suelo.
Aprovechando que los trolls estaban dormidos, la princesita cogió la llave, abrió la cerradura y se escapó, siguiendo a la mariposa, pero sin dejar de fijarse por dónde iba y vigilando por si los trols aparecían.
Cuando llegó al palacio todo el mundo la recibió con los brazos abiertos. La princesita contó lo que había pasado y prometió prestar más atención. Esta vez había tenía suerte de nuevo, pero no estaba dispuesta a arriesgarse otra vez.