Paca y Peca estaba muy disgustadas. Ellas querÃan viajar, conocer mundo y vivir aventuras. Pero su padre les habÃa dicho que tenÃan que quedarse con él, trabajando en el campo.
—Queremos irnos, como las demás chicas —dijo Paca.
—Ya no queda gente de nuestra edad por aquÃ, papá —dijo Peca.
—No podéis iros sin dinero, y yo poco puedo daros. Además, estoy solo y necesito ayuda —dijo el padre.
—Trabajaremos y ganaremos nuestro propio dinero —dijo Paca.
—Nos las apañaremos bien —dijo Peca.
—Si os quedáis unos años más aquÃ, a trabajar conmigo, podremos ahorrar para que viajéis una temporada —dijo el padre.
Pero Paca y Peca no estaban dispuestas a quedarse allà más tiempo. Asà que un dÃa, mientras su padre dormÃa, las dos hermanas a ver a la ermitaña que vivÃa en medio del bosque. Se decÃa que era bruja, pero las hermanas no lo sabÃan a ciencia cierta, porque hacÃa tiempo que nadie iba por allÃ.
—¿Qué queréis, niñas? —preguntó la mujer, al ver a las muchachas.
—Queremos irnos de casa, pero nuestro padre no está de acuerdo —dijo Paca.
—Tened este polvo mágico y esparcirlo por las tierras que labra vuestro padre. Estará tan ocupado quitando las hierbas que saldrán que os dará permiso sin darse cuenta.
—¡Estupendo! —exclamó Peca.
—No he acabado —dijo la mujer—. Si hacéis esto pagaréis un alto precio.
—Da igual, lo que sea con tal de salir de allà —dijo Paca.
Paca y Peca se fueron corriendo a esparcir aquel polvo por la tierra.
Al dÃa siguiente, las hermanas encontraron a su padre muy afanado quitando hierbas. Las hermanas decidieron probar.
—Padre, ¿te lo has pensado mejor? ¿Podemos irnos de viaje? —preguntó Peca.
—SÃ, claro, haced lo que queráis —respondió el padre.
Las dos hermanas cogieron sus cosas, algo de dinero del cajón, y se fueron.
El dinero se les acabó enseguida, asà que tuvieron que ponerse a trabajar. Pero pronto se dieron cuenta de que no era tan fácil encontrar trabajo y que habÃa que trabajar muy duro para conseguir dinero.
Y lo peor, con lo que ganaban, apenas les llegaba para subsistir, y tenÃan que quedarse semanas en un lugar para poder viajar apenas unos dÃas.
—DeberÃamos regresar a casa —dijo Paca.
—Papá tenÃa razón, mejor trabajamos con él y ahorramos para viajar sin tener que trabajar tanto —dijo Paca.
Las chicas emprendieron el regreso a casa, pero se dieron cuenta de que ¡no sabÃan volver!
—¿Por qué ocurre esto? —preguntó Paca.
—Creo que a esto se referÃa la ermitaña cuando nos dijo que tendrÃamos que pagar un precio muy alto —dijo Peca.
Paca y Peca volvieron a la cabaña de la ermitaña y le pidieron ayuda de nuevo.
—Puedo ayudaros —dijo la mujer.
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€”Esta vez dinos cuál es el precio —dijo Paca.
—Haces bien en preguntar, porque solo por eso podréis volver sin condiciones ni consecuencias —dijo la ermitaña.
—¿Qué quiere decir eso? —preguntó Peca.
La ermitaña se lo explicó:
—La última vez, cuando os avisé de que habÃa que pagar un alto precio, os dio lo mismo lo que ocurriera. Si lo hubierais sabido, tal vez os lo hubierais pensado mejor. ¿O no?
—Es verdad —dijo Paca.
—No podemos ir por la vida sin entender cuáles son las consecuencias de nuestras decisiones. Muchas gracias —dijo Paca.
Las hermanas volvieron a casa. Su padre las recibió con un gran abrazo.
—Parece que mi amiga la ermitaña ha cumplido —dijo el padre.
—¿Tú lo sabÃas? —preguntaron las hermanas a la vez.
El padre se rio mientras les daba a las chicas unas azadas. Las chicas las cogieron de buen grado y se pusieron a trabajar, con gran alegrÃa.