El conejito Tomillito era muy curioso y muy valiente, pero también muy desobediente. Tomillito, el conejito, quería salir a explorar el bosque, pero su mamá no le dejaba. Aún así, el conejito Tomillito se escapaba y se daba una vuelta alrededor de la madriguera.
-Un día te vas a perder, es muy peligroso -le decía su mamá. Pero al conejito Tomillito por una orejota le entraba y por otra le salía lo que su madre le decía.
Un día, en una de sus escapadas, el conejito Tomillito oyó una dulce y delicada voz que llamaba:
-Tomillito, Tomillito, ven a jugar un ratito.
Tomillito sabía que no debía alejarse de la madriguera, pero no pudo resistir la tentación y se acercó. Pero no encontró a nadie.
Un poco después alguien volvió a decir:
-Tomillito, Tomillito, ven a jugar un ratito.
Pero cuando Tomillito se acercó no vio a nadie. Y la voz le volvió a llamar:
-Tomillito, Tomillito, ven a jugar un ratito.
Pero Tomillito ya estaba harto de jueguecitos y decidió darse la vuelta. No tardó mucho en darse cuenta de que se había perdido. El conejito Tomillito no sabía dónde estaba, ni tampoco cómo volver a casa.
El conejito Tomillito dio vueltas y vueltas, pero no encontraba su madriguera. Tenía hambre y estaba a punto de oscurecer. Entonces, empezó a oír ruidos en el bosque. Un animal grande y fiero se acercaba.
-¡Qué miedo! -decía el conejito Tomillito.
El conejito Tomillito empezó a correr y, de salto, se metió en el agujero de un árbol. ¡Justo a tiempo! Allí pasó la noche.
Por la mañana, el conejito Tomillito salió de su escondite, dispuesto a regresar a casa. Con mucho esfuerzo, encontró el camino de vuelta.
Cuando llegó a casa su mamá le abrazó:
-Pobre conejito mío. Seguro que has pasado mucho miedo y que estás hambriento.
El conejito Tomillito comió sin separarse de su madre, a la que se quedó bien pegadita.
-Dentro de poco serás mayor y podrás explorar todo lo que quieras Tomillito -le dijo su mamá-. Pero ahora tienes que hacer caso a tu mamá, que sabe lo que te conviene, aunque no te guste.
Y así el conejito Tomillito no volvió a escaparse nunca más, ni volvió a desobedecer a su mamá. Junto a ella aprendió todo lo que necesitaba para convertirse en un conejo mayor y responsable.