La mamá de Simón está preparando las uvas de la suerte. Es Nochevieja y todo está ya preparado para la última cena del año.
A Simón no le gustan nada las uvas. Las semillas que hay en su interior le desagradan. Su mamá se las quita. Pero aún así le cuesta mucho comerlas, así que su mamá también se las pela.
-Mamá, y si este año no me como las uvas de la suerte, ¿qué pasará? ¿Tendré un año de mala suerte? -preguntó de pronto Simón a su madre.
Mamá miró a Simón y le dijo:
-Hijo, las uvas de la suerte se comen por tradición. Alguien le dio ese nombre para que fuera más divertido y unir a la gente para celebrar la llegada de un nuevo año, pero nada más.
-Entonces, ¿las uvas no son mágicas? -preguntó Simón .
-No, hijo, no son mágicas ni comerlas otorga ningún don especial -dijo mamá.
-Entonces, ¿por qué las comemos? -preguntó Simón .
-Ya te lo he dicho, porque es una tradición -dijo mamá.
-¿Qué es una tradición? -dijo Simón.
-Una tradición es una costumbre propia de un pueblo o un país -dijo mamá-. Mantener las tradiciones nos recuerda nuestros orígenes y nos ayuda a mantener nuestra identidad. Cada país, cada ciudad e incluso cada familia tiene sus propias tradiciones. Eso nos recuerda quiénes somos y nos ayuda a mantener viva nuestra historia.
-Pero a mí no me gustan nada las uvas, mamá, por muy tradicionales que sean -dijo Simón-. ¿Olvidaré quién soy y me quedaré sin historia?
-
No, Simón. No tengas miedo -dijo mamá-. Tengo una idea. A ti te prepararé un platito de gominolas pequeñas y blanditas para que las puedas comer al son de las campanadas. Y yo me prepararé otro platito para mí. Será nuestra versión particular de las uvas de la suerte.
-¡Gominolas de la suerte! -dijo Simón.
-Eso es -dijo mamá-. Y como tú eres muy pequeño para brindar con champán tomaremos los dos un refresco con burbujas.
-Gracias mamá -dijo Simón.
-Va a ser un año maravilloso -dijo mamá.
-Lo será, porque tengo a la mejor mamá del mundo. Eso es tener suerte.